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Carme Ruscalleda, la cocinera con más estrellas del mundo, se asoma a ‘MasterChef’

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Elegidos los 15 participantes de esta cuarta edición en el primer programa, esta noche MasterChef comienza su auténtica andadura. Y lo hace en un escenario único: el Monasterio de Montserrat, en la provincia de Barcelona. Tierras catalanas, cocina que –por lo que se ha podido ver en el avance– también tendrá guiños a la gastronomía del lugar, y una invitada de lujo, la cocinera Carme Ruscalleda.

Acompaña de su hijo -el también cocinero Raül Balam-, la chef ya hizo sus pinitos en MasterChef Junior, y ahora vuelve a la pantalla para proponer a los concursantes un reto: cocinar para 80 personas, entre las que habrá caras conocidas como Jordi Labanda o Sergio Dalma.

Carme Ruscalleda es una de las mejores exponentes de esa alta cocina realizada por mujeres en un territorio en el que el protagonismo es casi siempre para ellos. De hecho sólo hay que echar un vistazo a la famosa Guía Michelin para darse cuenta de que las chefs siguen siendo minoría en el reparto de estrellas.

Pese a ello, Ruscalleda rompe los tópicos con nada menos que 7 estrellas: 3 por su restaurante Sant Pau en Girona, 2 en Sant Pau en Tokio, y otras dos por Moments (hotel Mandarin Oriental, Barcelona), donde comparte cocina con su hijo. De hecho, estamos ante la cocinera con más estrellas del mundo y considerada por muchos como una de las mejores chefs del panorama actual.

Su carácter -es muy difícil encontrar a alguien que hable mal de ella-, su cocina de producto con toques de modernidad pero sin demasiadas florituras ni fuegos artificiales, y la apuesta por el producto de proximidad y temporada le han valido una más que merecida buena fama desde que en 1998 abriera su primer restaurante.

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Además de ella, esta noche también desfilarán por la pantalla concursantes de ediciones anteriores -cómo MasterChef ha cambiado la vida de muchos de ellos es uno de los mensajes claves de este año-, y en la última prueba los nuevos aspirantes tendrán que demostrar su arte a la hora de cocinar con maíz delante de Roberto Ruiz, chef del restaurante Punto MX.

¿Conseguirá Ruscalleda poner un poco de orden en MasterChef tras un primer programa en el que -como nos temíamos- vimos más espectáculo que cocina? Castings multitudinarios con muchas anécdotas , aspirantes con historias a cada cual más peculiar -ya se saben la lección y han descubierto que para estar en MasterChef hay que ser un personaje-, lágrimas e incluso una petición de matrimonio fueron el menú para ese primer programa. Así que la cosa no pinta demasiado bien, la verdad.


¿Machismo en ‘MasterChef’?

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La televisión y el machismo forman demasiadas veces pareja artística. Ojalá se pudiera decir en pasado y contarlo como algo ya superado, pero basta un rápido paseo con el mando a distancia para encontrase con ejemplos más o menos escandalosos.

A veces es machismo de manual, de ese de toda la vida, con chistes, risitas, palmadita en el culo si se presta y venga mujer para la cocina que hay trabajo. Durante un tiempo Bertín Osbone dio unas cuantas lecciones de este estilo en un programa en la televisión pública que provocaba casi tantos momentos de incredulidad como de vergüenza ajena. Todo, eso sí, con tono campechano. Porque Bertín, ante todo, es un señor y un cachondo, como ahora demuestra cada semana en Tele 5.

Pero más allá de estas muestras evidentes de machismo en versión casposa de hace unas décadas, está ese machismo de baja intensidad que pasa desapercibido pero se cuela por las rendijas. Algo así como “si yo en mi casa ayudo a mi mujer” y clásicos de ese tipo. Frases e ideas tan instaladas en la sociedad que son muchas veces indetectables. Son los llamados micromachismos.

Precisamente de eso acusaban recientemente a MasterChef en un interesante y recomendable artículo de opinión publicado en Tentaciones de El País. Cambios de look reservados para concursantes femeninas, mujeres que –medio en broma medio en serio- llaman a sus maridos para pedir permiso para seguir en el programa, chistes sobre las gorduras de ellas por comer más de la cuenta, baboseo de la cámara ante una de las candidatas… ¿Recurrentes chistes de guión o clamorosos ejemplos de micromachismo?

Lo cierto es que MasterChef no anda mal servido de topicazos televisivos de la vieja escuela. La presentadora florero -tal vez aquí se nos escape a nosotros mismos otro de esos machismos en miniatura- que nadie sabe muy bien qué papel tiene; el miembro del jurado jovenzuelo, apuesto e hiperactivo; el otro más majete y entrañable; la mujer dura que completa el trío; los aspirantes que lloran y convierten la cocina en su particular terapia para superar durísimas historias personales; la señora que abandona -ojo, primer abandono de la historia- porque no puede más…

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Lo hemos dicho ya muchas veces, pero a nosotros mismos se nos olvida a ratos en cuanto oímos el ruido de cacerolas: esto es un reality y la cocina está ahí como una parte más del decorado y la trama.

Hay tópicos y, claro, hay polémicas. ¿Qué reality puede sobrevivir sin ellas? El abandono voluntario de Emilia es por ahora uno de los puntos álgidos del guión. No sólo por el típico drama, sino porque su salida ha permitido la entrada de una de las aspirantes (Dania) rechazadas que no dudó en poner a caldo los criterios del programa en su momento. Ahora, claro, vuelve con menos humos y recibe una bonita lección de humildad por parte del jurado. Precioso.

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Menos calmada parece Monica Rosón, que también estaba entre los aspirantes aunque se quedó a las puertas de esta cuarta edición. Al parecer no le ha gustado demasiado cómo se ha usado su nombre y, más concretamente, su matrimonio con un deportista conocido. ¿Definir a una mujer por su marido sería otro buen caso de machismo latente en MasterChef? Que ocurra en muchas partes y muchas veces, por cierto, no significa ni que sea normal ni que no sea machismo.

Por cierto, en el programa de hoy los concursantes van a cocinar para sus madres. ¿Debemos entender que se les elige a ellas en lugar de a los padres por el papel materno en la cocina, la alimentación de los hijos y su cultura culinaria? ¿Otra ración de ese machismo de baja intensidad o empezamos a verlo donde no lo hay?

Aunque hablando de machismo, MasterChef Junior en su última edición ya tuvo su propia crisis al respecto. El comentario de uno de los pequeños concursantes sobre la capacidad genética de las mujeres para fregar le valió una merecida reprimenda y algún que otro discurso sobre lo mal que estaba aquello.

Todo muy educativo de no ser por el papelón que Jordi Cruz y Pepe Rodríguez hicieron en el primer programa ante una de las aspirantes (Andreína Veliz) que había sido portada de Interviú. Parecía simple humor garbancero, pero el mensaje de fondo va más allá.

¿Hay machismo en MasterChef o simplemente es que necesitamos hablar de algo a la espera del León come gamba de este año? Porque no, la Bomba de sangre de Aniuska no nos sirve. En cualquier caso, confiamos en que llegue pronto para animar un poco el ambiente. La otra opción, claro, es que se hable y se dedique más tiempo a la cocina. Pero eso no va a pasar, ¿verdad?

Lloros, polémicas, flirteos, machismo… Lo mejor y lo peor de MasterChef 4

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La cuarta edición de MasterChef ya tiene su flamante ganadora. A estas alturas es fácil ir de listos, pero en realidad estaba cantado que Virginia acabaría imponiéndose porque representa el prototipo perfecto del ganador de MasterChef: sufrida, con dotes de cocina popular que hay que refinar, facilidad de lágrima…

Menos suerte ha tenido nuestro favorito de la final, José Luis, que se quedó cerca pero no llegó a la última eliminatoria. No sólo nos encantaba su acento de Muchachada Nui, la capacidad de trabajo o la alegría que le ponía al asunto, sino que nos ganó su falta de cursilería. Una auténtica rareza en la televisión en general y en MasterChef en particular.

Pensándolo un poco, posiblemente se convirtió en nuestro concursante predilecto el día de la visita familiar -qué novedad, ¿eh?-, cuando frente al ambiente lacrimógeno de participantes y jurados que invitaba a pensar que hacía un par de décadas que vivían alejados de los suyos, el de Albacete mantuvo la compostura.

No habrá ganado, vale, pero su entrañable capacidad para liarse a la hora de hablar ha sido una de las mejoras cosas de este MasterChef 4 que, por otro lado, también podría resumirse con el recurrente “más de lo mismo”.

No ha habido León come gamba. O tal vez sí, al menos eso es lo que nos contaba Jordi Cruz al preguntarle por el tema, señalando aquella Bomba de sangre de Aniuska que le costó la eliminación en el primer programa. Hay quienes no han dudado en definir ese plato -¿plato?- como el peor de la historia de MasterChef, pero está claro que no tuvo ni de cerca el tirón mediático del León de la anterior edición.

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Lo que no ha fallado es la innegable capacidad de los encargados del casting para asegurar una buena dosis de personsajes peculiares y sus correspondientes polémicas. Las ha habido para todos los gustos, desde el abandono voluntario de Emilia y la reentrada de Dalia -que se había dedicado a criticar el programa desde fuera y después se tuvo que comer parte de sus palabras-, hasta la historia de Monica Rosón, aspirante que se quedó fuera de la cocina de MasterChef y no dudó en poner los puntos sobre las íes -esta vez sin corrección posterior- al programa.

Entre los momentos más comentados del programa, la actitud de Jordi Cruz y Pepe Rodríguez ante Andreína Veliz en el primer programa desató más de una crítica por machismo. El propio Cruz salía al paso de aquello y, además, explicaba su particular culebrón con otra de las concursantes, Natalia. Un supuesto tonteo ante las cámaras que dio para muchos chistes, alguna que otra crítica y, por supuesto, para darle un poco más de tensión a la historia. Al final de eso se trata.

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Nos siguen preocupando, y mucho, las insistentes muestras de humor casposo en el programa. Los chistes con los huevos el día que el programa estuvo dedicado a este ingrediente -interesante por otra parte aprender a freír bien un huevo- o el lamentable cambio de look para Esmeralda no pasarán a la historia como los momentos más brillante de la televisión en este 2016. ¿De la manía que le teníamos todos a Esmeralda y sus cosas energéticas hemos hablado ya?

Tampoco es que esperemos el guión de Mad Men, las tramas de House of Cards o la tensión de Juego de Tronos -con tanto cuchillo por medio a veces dan ganas-, pero lo cierto es que después de cuatro temporadas hay tópicos que agotan.

La lista de cocineros mediáticos españoles es la que es, vale, ¿pero hace falta que cada año, cuando sale Jordi Roca con un postre, todo el mundo ponga cara de emoción y sorpresa como si fuera lo más inesperado del Universo? ¿Son necesarios esos paseos en los que además de dar a conocer el producto local -bien- se acaba cayendo en el regionalismo más de andar por casa?

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Está claro que nuestra críticas de niños repelentes a los que les gusta más la cocina que la televisión -un mal punto de partida para enfrentarse a MasterChef– tienen poco que ver con el éxito, porque esta cuarta edición y la final de anoche han sido un notable éxito de audiencia. Y sí, confesamos que, aunque repetida, la presencia de Arzak en el jurado final de ayer junto a Subijana y Berasategui nos encanta. No sólo por el homenaje a los 40 años de la llamada nueva cocina vasca, sino porque Juan Mari, con su desparpajo de estar de vuelta de todo, te anima una cocina, una convención gastronómica, un programa de televisión o lo que haga falta.

Pero sin duda, terminada esta edición, lo peor de MasterChef es lo que está por llegar. Sí, hablamos de esa versión Celebrity que ya se está grabando con Cayetana Guillén Cuervo, Loles León, María del Monte, El Cordobés y Virginia Troconis, Fonsi Nieto, Fernando Tejero, Niña Pastori y Miguel Ángel Muñoz como aspirantes a cocinillas.

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Era sólo cuestión de tiempo que cayeran en la tentación de probar con famosos -y famosillos- entre fogones, pero si a ratos, en la versión normal de MasterChef, ya nos sobra espectáculo y nos falta cocina, entran temblores sólo de imaginar esta edición especial.

Tal vez sea porque al pensar en famosos y cocina sólo podemos visualizar a Bertín Osborne y sus invitados. Pero tan malo no puede ser, ¿verdad?… ¿Verdad? Animadnos un poco y contadnos qué ha sido lo que más os ha gustado de este MasterChef 4. Y lo que menos, claro.

MasterChef Celebrity: lo mejor, lo peor y, sobre todo, lo mismo de siempre

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Miguel Ángel Muñoz era el favorito. O, por lo menos, eso se ha repetido mucho durante la última semana, aunque para muchos otros casi desde el primer programa Cayetana Guillén Cuervo era la clara candidata a convertirse en la ganadora de esta primera edición de MasterChef Celebrity.

Pero aunque la actriz -que también era nuestra favorita, por cierto-  ha demostrado durante estas semanas que es bastante más simpática que la imagen que durante años se había creado a su alrededor y que cocina realmente bien, finalmente ha sido Muñoz el ganador del concurso. Resultado previsible para un programa previsible.

 

Pero a estas alturas no vamos a sorprendernos de casi nada con MasterChef. Ni de los guiones un tanto repetitivos ni de ese papel a veces tan secundario que se le da a los fogones. Lo hemos repetido ya demasiadas veces y después de una cuantas temporadas y de esta primera versión con famosos, casi están empezando a resultar más aburridas las críticas -incluidas las nuestras- que el propio programa. Y mira que puede llegar a ser cansino.

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Y es que, en realidad, más allá de los VIP de turno, nada ha cambiado en una receta de sobra conocida. Lágrimas, sorpresas que en realidad no son para tanto pero que a los concursantes les parecen lo más emotivo del universo, y las broncas entre los aspirantes a chefs más o menos guionizadas. Sí, lo de Fernando Tejero y Loles León ha llegado a ser entre forzado e insoportable.

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Tampoco ha faltado la típica crisis y abandono en versión María del Monte –lo de llamar ineducados al jurado ha sido de lo más grande de esta edición-, la concursante fugaz (Estefanía Luyk, por si ya todo el mundo se ha olvidado de ella), la aparentemente odiosa y cantarina que al final no lo es tanto o al menos llega hasta la final…

Y, por supuesto, esas cosas que desde hace mucho tiempo nos chirrían de MasterChef pero que ahí siguen. ¿Que termine a las 2 de la mañana? También. ¿La publicidad que la televisión pública en teoría no permite pero que van colando como pueden entre electrodomésticos con la marca bien visible o el supermercado amigo? Sí, pero tampoco hablamos de eso.

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Nos referimos a ese punto entre casposo y garbancero que, sin llegar a ser la cocina de Bertín Osborne, a veces se acerca peligrosamente. Esos machismos de baja intensidad de los que ya hemos hablado en otras ediciones de MasterChef tampoco faltaron a la fiesta. El Cordobés -el torero que sentía lástima de un bogavante- y Virginia Troconis han sido esta vez el plato para otra ración de estereotipos.

Definida 2 de cada 3 veces como “la mujer de” y con la constante sombra de que está allí precisamente por eso y no por méritos propios -sinceramente, desconocemos su curriculum exactamente igual que desconocíamos hasta ver MasterChef Celebrity si estaba casada o con quién- más de una vez hemos tenido que mirar el calendario para comprobar que estábamos en 2016 y en una televisión pública.

Por no hablar de los repetitivos comentarios del jurado sobre los peinados de Cayetana que, por supuesto, nunca han ido dirigidos a alguno de los participantes masculinos. ¿Micromachismo o tenemos la piel muy fina? Seguimos haciéndonos la misma pregunta con cada MasterChef y está claro que la historia se repite aunque los concursantes sean famosos.

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Para rematar, no podemos pasar por alto el selecto ambiente capitalino de la segunda prueba de la final de anoche en la mítica y reabierta sala Florida Retiro de Madrid. Ramón García andaba por allí -sin capa- para hacerse una idea del concepto. Incluso vimos servilletas agitadas en el aire, como en cualquier bodorrio que se precie.

No han faltado algunos grandes momentos. Los cortes de Cayetana en los primeros programas, el carísimo arroz con marisco que preparó Loles en la semifinal, el bogavante amagando con ser un nuevo León come gamba de Tejero… Sí, definitivamente los bogavantes han sido otra celebrity en el programa.

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El caso es que las críticas son lo de menos, por mucho que las repitamos edición tras edición. La audiencia ha respondido bien a esto de meter famosos en la cocina, así que no dudamos de que habrá una segunda edición. Seguro que pronto empiezan a sonar nombres de candidatos a chefs. De hecho, pensándolo bien, sus caras serán lo único que cambiará, porque el resto del menú es fácil de imaginar. El de siempre.

Pena, envidia y pereza. ¿Qué opinan de ‘MasterChef Junior’ los que normalmente no lo siguen?

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¿Pero MasterChef Junior no era un formato navideño para niños que tenía que haber terminado hace un par de semanas? Aunque el sentido común podría hacer pensar eso, ya se sabe que los programadores de televisión se rigen por sus propios -y discutibles- criterios. Este año tocaba versión Celebrity, así que a la porra el espíritu navideño y que la edición Junior acabe a mediados de enero.

Pero no pasa nada. 17 de enero, una de la mañana, y niños cocinando en la televisión en un programa supuestamente dirigido también a los pequeños. Lo hemos repetido tantas veces que da casi pereza volver a poner cara de escandalizados.

De todos modos, como Jordi Cruz nos explicó en su momento, el programa está pensado para que los niños puedan verlo -a través de las repeticiones o en la web- en fin de semana o en cualquier otro momento. Que los que estén más enganchados puedan o quieran esperar, ya es otro tema.

El caso es que MasterChef Junior 4 ya tiene ganadora. Paula consiguió convencer al jurado en la final de anoche y convertirse en la vencedora de esta cuarta edición. Una entrega en la que da la sensación de que, pese al guión habitual,  ha tenido menos tirón. Tal vez sea cosa de la resaca de la versión Celebrity, cuyos concursantes, por cierto, también se asomaron al último programa. Loles León sigue cantando, nos tememos.

Ha habido alguna pequeña polémica, niños más o menos simpáticos y repipis, una futura estrella internacional -el glotón de Jefferson ya hace sus pinitos en la televisión británica- y, como siempre, muchas buenas intenciones y mensajes sobre lo importante que es pasarlo bien y participar. En todo caso, la audiencia ha respondido bien, sobre todo en Navidades. Y, no nos engañemos, eso es lo que cuenta.

¿Nuestra opinión? La de siempre, así que esta vez se nos ha ocurrido trasladar la pregunta a amigos y familiares que normalmente no siguen MasterChef pero han acabado viendo algún programa o simplemente cachos sueltos practicando zapping. No conocen a los protagonistas, no se saben las polémicas, no tienen favoritos… Simplemente han puesto la tele y había niños cocinando.

“Qué pena, pobrecitos” es posiblemente el comentario más repetido. Si los lloros son un clásico de todos los MasterChef, es normal que en la versión Junior sean incluso más habituales. Anoche, reloj en mano, apenas había pasado media hora y ya teníamos lágrimas en pantalla. Sin contar las de emoción por la presencia de los padres.

Y es que en el contexto y ritmo de las pruebas, el llanto puede tener su gracia dentro del guión. Incluso para los espectadores habituales seguro que es ya algo normal. Pero no opinan lo mismo los que de repente se encuentran en la pantalla a un pequeño llorando porque no le sale algo, por el estrés de no llegar a tiempo o porque sencillamente le han mandado para casa.

Esfuerzo y competitividad son palabras que también suenan muy a menudo cuando se habla de concursos con menores en televisión. Da igual las veces que repitan -padres y jurado- que lo importante es disfrutar, porque al final las prisas y la tensión es para ganar y para que, claro, otros pierdan.

Porque más allá del trabajo en equipo, al final gana uno y pierden 15. Es uno de los puntos que menos convence a quienes no se consideran ni fans ni siquiera espectadores habituales del programa, y sólo ven a chavales asomándose a la locura que muchas veces es una cocina profesional.

Aquí nos topamos con opiniones enfrentadas, desde los que aseguran que al fin y al cabo la vida se parece a eso, hasta los más radicales que piden que se quite la custodia a los padres que permiten que sus hijos vayan a la tele a pasar esos malos ratos. 

“¿Para qué? ¿Para que aprendan a cocinar o para que sean estrellas de la tele y ganen dinero?”, se pregunta una amiga, madre de dos hijos y que asegura que jamás se prestaría a algo así. Por no hablar, por cierto, de esas cuentas de Twitter que, por muy tuteladas y gestionadas por adultos que estén, se supone que no pueden ser de menores.

No obstante, también hay quienes se quedan fascinados con la destreza entre fogones de estos pequeñajos. Y es que si tu máximo reto gastronómico es tener un tupper comestible para llevarte al trabajo, ver como los finalistas de 10 y 12 años son capaces de casi reproducir un plato de Quique Dacosta, un menú de Diego Guerrero o un postre de Jordi Roca, no es algo fácil de asumir o entender.

Pena, envidia de lo bien que cocinan y, claro, también cierta dosis de pereza. Y es que, aunque los fans no se den cuenta de ello, aguantar casi 3 horas de programa con un guión más previsible que un calendario, no es algo que todo el mundo esté dispuesto a soportar. Por mucho ritmo que se le intente poner al asunto y entrañables que sean los niños. ¿Pero por qué dura tanto? ¿Por qué acaba tan tarde?, nos preguntan como si nosotros tuviéramos respuestas.

Que sí, que MasterChef Junior es televisión, con su correspondiente dosis de espectáculo y negocio. Funciona así y no hay mucho que discutir aunque, como siempre, la presencia de menores en televisión hace que todo chirríe un poco más, por mucho buen rollo y espíritu de aprendizaje que haya.

Posiblemente dentro de un año, cuando MasterChef Junior 5 acabe a la 1 de la mañana en a saber qué fecha de enero, por aquí estaremos haciéndonos las mismas preguntas. Es ya parte de la tradición.

Y a vosotros ¿qué os ha parecido la final? ¿Y la cuarta edición? ¿Ganas de más MasterChef o necesitamos unos meses de descanso?

Así será MasterChef 5. Las 10 claves de la nueva temporada

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“La edición más extrema de MasterChef”. Suena a frase hecha y promesa recurrente, pero así se ha presentaso la nueva edición del famoso talent show televisivo que, tras cuatro temporadas, pronto volverá a las pantallas dispuesto a hacernos trasnochar entre semana, tener manía a los aspirantes más petardos y discutir sobre quién debería ganar o ser expulsado inmediatamente por pasarse de listo.

¿Pero queda algo por descubrir después de tantas temporadas, programas y versiones con niños y famosos? Pues parece que sí. Pepe Rodríguez, Samantha Vallejo-Nágera, Eva González y Jordi Cruz fueron los encargados de desvelar ayer en Barcelona, junto a los responsables de la productora y de TVE, todos los secretos de MasterChef 5.

O casi todos, porque siempre hay que dejar algo de misterio para el primer programa donde, de los 50 aspirantes, saldrán los participantes de esta quinta edición.

1. ¿Cuándo empieza?

Aunque esa sea la pregunta que todos repetimos ayer durante la presentación, por ahora no hay fecha. “Muy pronto” ha sido la única pista dada por los responsables de TVE, asegurando que si las promociones ya están en marcha, es cuestión de semanas. ¿Después de Semana Santa? Posiblemente.

2. Los concursantes

Habrá que esperar al primer programa para conocerlos pero, por ahora, los responsables ya han adelantado algunos datos que permiten asegurar que en el casting hacen muy buen trabajo a la hora de buscar perfiles de lo más peculiares.

Porque atención con lo que nos encontraremos en pantalla: una punk que trabajó con Esperanza Aguirre, un exseminarista de Ohio, un banderillero, un campeón mundial de culturismo… y la que posiblemente más miedo nos da: una instagramer obsesionada por lo healthy. Esperemos que además de todo eso también sepan cocinar.

3. Muchos aspirantes catalanes

¿Estarás contento?, le bromeaban el resto de miembros del jurado a Jordi Cruz durante la presentación. Y es que, por lo visto, la representación catalana en esta edición va a ser considerable. Al menos entre los aspirantes a acceder a MasterChef 5, porque habrá nada menos que 6 concursantes de diferentes partes de Catalunya.

4. A 10 bajo cero

Lo de edición “más extrema” parece que no es broma. Y es que entre las pruebas de exteriores, los concursantes tendrán que cocinar en medio de la nieve y a 10º bajo cero. Por lo que nos han contado, en el castillo templario en el que también les tocará montar un banquete medieval -con los instrumentos de la época, por cierto- tampoco hacía mucho calor.

5. Una boda

A los que les guste MasterChef por su parte más tierna y los momentos lacrimógenos están de enhorabuena, porque en esta edición incluso habrá una boda. Los aspirantes serán los encargados de organizar el banquete para la ocasión, y Eva González junto a los tres jurados serán también parte de la boda de un antiguo concursante del programa.

6. Cocina con insectos

Algunos dicen que es el ingrediente del futuro. Otros recuerdan que llevamos años hablando de eso y seguimos sin desayunar una tortilla de larvas. En cualquier caso, el espectáculo está asegurado en MasterChef 5, porque los insectos figurarán en la lista de ingredientes de algunas recetas. Jordi Cruz ha confesado que es una de las pocas cosas que le da mucho reparo comer, pero que las hormigas aportan un punto cítrico muy interesante a los platos.

7. Nueva dinámica

“Se exigirá el máximo respeto por el producto. Quien no cumpla esta máxima podrá ir directo a la eliminación”, aseguran los responsables de la nueva temporada. No sabemos muy bien qué significa eso en la práctica, pero siempre nos queda la esperanza de ver un nuevo “León come gamba”.

Sobre el mecanismo del concurso, se ha insistido mucho en que ya no bastará con pasar las diferentes pruebas, sino que ser el mejor en cada una de ellas dará una ventaja notable a los aspirantes para no acabar siendo expulsados.

8. Muchas Estrellas Michelin

El desfile de caras conocidas del mundo de la gastronomía también está asegurado. No faltará Martín Berasategui -con 8 Estrellas, el más premiado de España- entre otros, aunque en esta edición incluso se recurrirá a grandes chefs internacionales, con la visita del mismísimo Joël Robuchon.

9. Ojo, que vuelve Loles

Tras el éxito de audiencia de MasterChef Celebrity, estaba cantando que en el MasterChef “normal” -es un decir- también iban a tirar de este nuevo filón. La buena noticia es que la simpática Cayetana Guillén Cuervo se pasará por el programa. La mala, que Loles León también, y seguro que canta.

10. ¿Está todo inventado?

Versiones con niños, con famosos, la quinta temporada ya de la que los responsables denominan la edición “senior” del programa… ¿Qué será lo siguiente? Seguro que queda margen para seguir ampliando el abanico de formatos, pero Eva González ha lanzado una idea al aire: con políticos. Lo ha dicho en broma, pero todos hemos pensado en la cocina de Bertín Osborne. Y nos hemos echado a temblar, claro.

Pepe Rodríguez: “A mí me ponen una prueba como las que tienen los aspirantes de MasterChef y salgo corriendo”

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La quinta edición de MasterChef ya va cogiendo ritmo. Con sus aspirantes -con unos perfiles de lo más variopintos-, sus pruebas en cocina y en exteriores que harían palidecer a cualquier chef, algún que otro drama a la vista y, por supuesto, con su jurado de cada edición. Pepe Rodríguez -cocinero de El Bohío y parte esencial del programa desde su primera edición- afronta esta quinta temporada con la misma energía que siempre.

¿Cansado de que Jordi Cruz sea el malo guapo? “Ojo, que yo también tengo mi público”, bromea. Cercano y tan simpático fuera de cámara como delante, comentamos con él lo que cabe esperar de esta nueva entrega de MasterChef. No puede contar mucho sobre la temporada, pero sí sobre cómo vive el programa y su papel de jurado.

Tiene mérito mantener el gancho de MasterChef tras 5 ediciones. ¿Cuál es el truco?

En realidad hemos hecho 10 temporadas contando los diferentes formatos. Es verdad que muy pocos programas han durado tanto y que tendría que estar agotado. Pero lo que ocurre es que llegamos a todos los públicos. Empezamos con el senior [en referencia al formato original] y el Junior, y los dos han funcionado muy bien. Después pasamos al Celebrity, y ha funcionado todavía mejor.

Con esta variedad abres un abanico muy importante porque llegas a niños y a mayores, y el que no se engancha al de pequeños le gusta el otro, o tiene el tirón de ver al famoso fuera de su estado natural, o el normal, porque puedes verte reflejado en él. Yo creo que ese puede ser el éxito.

Y, claro, es que es un programa que está bien hecho. No porque lo hagamos nosotros, sino por los que están detrás, por los que hacen televisión. Los que cuidan la música, el ritmo. Tú ves sólo la promoción del siguiente programa y te entran ganas de verlo. Eso es la televisión. Nosotros estamos ahí y somos más o menos importantes, pero los que están detrás son los que saben.

De todos los formatos de MasterChef, ¿cuál es tu preferido?

Todos. Es como si me preguntan qué me gusta más cocinar. Todos tienen sus diferencias, claro. El de niños es muy bonito y tierno. Ver a niños de 10 o 12 años cocinar, contándote las cosas sin filtro… eso es único, no te lo va a dar una persona adulta.

Pero lo que grabo con los mayores, que les puedes decir de todo, y atornillarles y reírme también tiene su gancho. Y el Celebrity me ha dado la oportunidad de vacilar a los famosos. ¿Tú sabes lo que mola eso? Ponte en ese lugar.

El primer día que empezamos a grabar, todos estábamos un poco cortados porque ellos sí son profesionales de la tele, nosotros somos unos recién llegados. ¿Qué le dices a una Loles León que tiene el culo pelado de estar delante de una cámara? Pues puedes decirle lo que toca, porque en realidad está fuera de su medio, está en una cocina y ves que está nerviosa, y ahí es donde ves que mandas tú. Al final se crea una complicidad muy divertida con ellos.

Se lo preguntamos a Jordi Cruz en su momento, pero queremos también tu versión. ¿Cuánto de guión hay en lo que ocurre en MasterChef?

Hay bastante, claro. Pero es que los programas de televisión tienen que tener un guión. No conozco ningún programa que no lo tenga. Wyoming no llega y se pone a decir lo que se le ocurra. Mañana, por ejemplo, grabamos. ¿Qué hay mañana? Pues ahora mismo no lo sé, porque hay un trabajo previo de la gente que escribe parte de lo que decimos, que se ocupa de preparar si viene un cocinero o un invitado… Imagínate que viene alguien a hablar de las verduras, entonces igual yo tengo que explicar alguna cosa en concreto. Eso, claro, está guionizado.

Lo bueno que tiene esto es la naturalidad que puedas tener a la hora de explicar lo que toque, y la capacidad para ser tú mismo. Lo que está claro es que yo cuando pruebo un plato nadie me puede decir que diga que está picante o ácido. Eso es tuyo y es natural. El ritmo que tú tienes con el concursante, la relación…

A ti te ha tocado el papel del bueno y majo frente a Jordi que es un poco más duro…

Yo siempre intento ser vacilón. Procuro destensar porque el concursante viene cagado de miedo cuando se pone delante del jurado, de las cámaras. Yo le suelto alguna perla para que se ría o para que esté más cómodo.

Al final tú tienes que ser bueno o majo o serio… Pero es verdad que cada uno reacciona diferente porque en la realidad somos también así. Eso ha salido solo, no hay unos papeles que interpretemos. Recuerdo los primeros programas que hicimos, en los que no sabía de qué iba esto, pero como era un juez tenía que ser serio, y seguro que me ponía demasiado serio. Yo sí soy serio, pero te lo demuestro con un chascarrillo, con ironía. Si te tengo que decir que eres malo en la cocina, prefiero decírtelo buscando el lado gracioso porque para mí es más fácil.

Pero a Jordi eso no le sale. Jordi es catalán. No es malo, es su manera de ser. A veces se lo digo, ‘cómo te pones’, pero son dos maneras diferentes de contar o de decir lo mismo, y creo que es una de las cosas que gustan del programa.

¿Y cómo llevas eso de que él sea el guapo oficial?

Bueno, yo también tengo mi público. Menos de 10 años y mayores de 85 son míos, así que no me quites el protagonismo. Pero sí, cierto, el resto es para él.

Cuando empezaste con el primer MasterChef te imaginaste convertido en estrella de la televisión

Disfruto tanto de las dos cosas, de la cocina y la televisión, que para mí ha sido una bendición saber que puedo hacer algo más que cocinar. Yo a veces pensaba en mi casa, ‘no valgo más que para cocinar’. No sé ni enchufar un ordenador o mandar una foto. Ni quiero, de eso se ocupa mi mujer que es informática.

Pensaba, ‘no puedo hablar más que de cocina, qué cosa más triste’. Entro en la televisión sin gustarme, sin saber de qué iba aquello, y me encuentro en un medio en el que me muevo tan a gusto o más que en la cocina. Eso ha sido una suerte. Y sé compatibilizar las dos cosas y olvidarme de la una o la otra cuando debo.

¿No sientes cierta pena por algunos concursantes cuando tienen que enfrentarse a pruebas que posiblemente un cocinero profesional no superaría?

A mí me ponen una prueba como las que tienen los concursantes y salgo corriendo. Pero somos un poco malignos y se nos olvida. No, lo que ocurre es que en lo que se emite está todo muy condensado en 2 horas. Pero yo tengo 30 o 40 horas de grabación a la semana para que la gente vea lo que sale en un programa.

En todo eso hay tensión, pero también hay cosas que no se ven. Se cae algo, pero eso luego no sale. Es lógico. Pero dentro de la relación que tenemos con los concursantes tratamos de ser humanos. Yo creo que nos quieren y nos aprecian, y nosotros a ellos también.

Sólo hay que ver la relación que mantenemos con todos. No sé si habrá alguno que diga que no quiere saber nada del jurado. Muchos han pasado por mi casa, por la de Jordi… Hemos hecho un programa de televisión, os hemos exigido el máximo y ahora tenéis otra vida. Tenéis nuestra casa abierta para lo que queráis, y eso se lo hemos brindado a todos.

MasterChef o Top Chef, ¿cuál es el mejor ‘talent show’ de cocina?

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Top Chef apura su recta final en Antena 3 cada miércoles. La quinta temporada de MasterChef va cogiendo ritmo en La 1, saltando de domingo a martes con el consiguiente y lógico cabreo de la audiencia. El caso es que, al menos durante unas semanas, coinciden en parrilla los dos programas de cocina más populares de la televisión. Un momento, ¿programas de cocina? Cierto, talent shows de cocina, que no es ni mucho menos lo mismo.

Aparentemente el formato es similar: pruebas de eliminación más o menos complejas, aspirantes que son o quieren ser cocineros, perfiles que dan mucho juego en televisión, un jurado bastante duro, chefs y caras famosas desfilando por el plató, ritmo trepidante de ese que gusta en prime time… Sin embargo, en realidad no se parecen tanto.

¿Eres más de Top Chef o de MasterChef? Es la pregunta del millón entre los adictos a estos dos programas de televisión. Año tras año las cifras de audiencia suelen tener un ganador bastante claro (MasterChef), pero no hablamos de eso, sino del interés y pasión que despierta entre la audiencia.

Tras hablar con unos y con otros, hemos resumido las diferencias y puntos a favor de uno y otro programa en este debate entre lo televisivo y lo gastronómico.

Cocineros y aficionados

¿A qué van a la tele los cocineros de Top Chef? ¿Por qué prestarse a que tu cocina sea ridiculizada ante medio país si tienes un negocio? Esa es una de las preguntas más habituales que hacerse ante este programa.

Frente a los profesionales -en algunos casos chefs reconocidos e incluso con alguna Estrella Michelin en su medallero-, los aspirantes a MasterChef juegan con una gran ventaja: las posibilidades de aprender y evolucionar a lo largo del programa son mucho mayores. También su entusiasmo ante nuevas técnicas o consejos aunque, evidentemente, nunca faltan los que ya creen saberlo todo.

¿Con quién es más fácil que la audiencia se identifique? Evidentemente, con los aspirantes de MasterChef.

El nivel de la cocina

Es una consecuencia directa del tipo de programa y concursantes: al menos sobre el papel se presupone que el nivel gastronómico de Top Chef debería de ser superior. Ya son chefs, insistimos, no alguien que, por mucho que le guste la cocina, puede no haber pisado una profesional en su vida.

Pese a ello, hay que reconocer que en MasterChef los guionistas hacen un buen trabajo y consiguen que las pruebas sean suficientemente complejas y las recetas elaboradas como para que esta diferencia no sea ni evidente ni un punto a favor del programa de Antena 3.

En ambos casos el objetivo no es que la gente en casa aprenda a cocinar, así que no pasa nada si los platos superan con creces el nivel medio de cualquier cocinillas del otro lado de la pantalla.

Los jurados

En ambos casos hay malotes, otros más simpáticos, dos hombres y una mujer… Pese a esos perfiles relativamente parecidos, no es ningún secreto que el jurado de MasterChef, en líneas generales, cae mejor al público.

Tal vez sea que le tienen mejor cogido el punto al guión y todo parece algo más natural. O que el intento de Chicote por ser el Ramsay español sigue sin convencer a todo el mundo. O que el papel de Pepe Rodríguez como el cocinero más tradicional y con un punto glotón hace que resulte más cercano.

No sabemos la razón exacta -posiblemente sean muchas-, pero el trío de MasterChef gana por goleada cuando se trata de caer bien y conectar con el público.

Demasiado reality

Si de algo pecan ambos programas es de que el exceso de reality va ganando cada vez más terreno a la cocina. Tiene que haber espectáculo para mantener el interés y la audiencia, recuerdan los responsables de este tipo de formatos. Y tienen razón, pero la falta de equilibrio hace que a veces canse.

Resulta difícil señalar cuál de los dos peca más en este sentido. En MasterChef, los aspirantes con perfiles más controvertidos o graciosos siempre duran más que lo que la lógica o la opinión de muchos espectadores recomendaría. En Top Chef, los malos rollos entre los concursantes son desde hace ya muchas temporadas parte de la receta habitual del programa, por mucho que algunos defiendan que este programa tiene más de talent y MasterChef más de reality.

Pero incluso en esto parece que MasterChef también ha sabido cogerle mejor el punto al ambiente del programa, alcanzando un tono más simpático para todos los públicos, frente a la atmósfera algo más tensa de Top Chef.

Previsible

Con cada nueva temporada de cualquiera de los dos programas siempre nos viene una gran sensación de deja vu, como si a ese concursante, comentario, invitado o prueba ya lo conociéramos. Todo es bastante previsible en ambos programas, desde los perfiles de los aspirantes hasta las “sorpresas” en cada programa, o el momento emotivo en el que toca llorar.

“Ya verás como a Odkhuu, que cocina estupendamente y cae bien a todo el mundo, se lo cargan cuando queden dos o tres programas”, nos avisa un espectador habitual de MasterChef que ya se sabe todas. Y tres cuartos de lo mismo pasa en Top Chef, donde también se echa de menos algo más de espontaneidad y menos guión encopetado. Sí, es la tele e igual estamos pidiendo demasiado.

La importancia de las redes sociales

Un fenómeno que ha ido ganando importancia en las últimas temporadas es el papel de las redes sociales en ambos programas. Confesamos que nosotros somos de los que lo vemos con Twitter siempre a mano para intentar superar los momentos más aburridos o los horarios maratonianos que se marcan. Y parece que no somos los únicos.

En Top Chef tienen un auténtico ejército de estrellas de Twitter siguiendo y tuiteando en directo el programa. En MasterChef, su community manager hace lo que puede y hay que reconocer que tiene -casi siempre- bastante gracia y sabe conectar con el tipo de público. En este aspecto, Top Chef gana.


La misteriosa aparición de Silene en la primera temporada de MasterChef

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La memoria de los espectadores de MasterChef es increíble. Al menos eso se deduce de un comentario publicado hace unos días en La Gulateca, en el que un lector señalaba que Silene, una de las actuales aspirantes en MasterChef 5, aparecía como invitada en una de las cenas de la primera temporada de este programa.

Silene apareció en la temporada 1 de masterchef, en el programa 7, como invitada en una de las pruebas de exteriores. Formaba parte de un grupo escogido de gente del mundo del espectáculo que acudían a merendar a tres de los mejores hoteles de Madrid”, señala este comentario anónimo.

Y, efectivamente, ahí estaba Silene, según podemos comprobar en el archivo histórico de programas de Televisión Española. Silene comparte mesa con Javivi y Pilar Castro en el Hotel Ritz de Madrid. ¿Qué hace ahí? No es la única pregunta que cabe hacerse, porque la prodigiosa memoria del comentarista anónimo también resulta de lo más curiosa.

Después de que este medio señalara la curiosa circunstancia, numerosos tuiteros han pedido explicaciones a MasaterChef y a la aspirante a través de la red social.

¿Simple casualidad o hay parte de la historia de Silene que nos estamos perdiendo? Y es que, al menos en el perfil oficial de esta aspirante, siempre se la ha presentado como una panadera de origen brasileño.

“Como ella misma cuenta, como tantas inmigrantes tuvo que luchar mucho para salir adelante y así limpió casas, sirvió mesas y probó a montar algún negocio con desigual acierto, hasta que abrió la panadería artesana que ahora regenta y de la que está muy orgullosa”, apunta la web de MassterChef sobre Silene.

La propia aspirante ha salido al paso de las preguntas y acusaciones de amiguismo, dando su versión de la historia y asegurando que simplemente acompañó a una amiga (Pilar Castro) y que desde entonces tuvo ganas de entrar en MasterChef.

¿Aclarado el misterio o la explicaciones no convencen? Resulta curioso, eso sí, que hasta ahora la aspirante no haya mencionado esta anécdota al hablar de su entrada en MasterChef y los motivos que le impulsaron a hacerlo. A simple vista parece una historia de esas que gusta contar, ¿no?

En cualquier caso, Silene ha sido el centro de atención en las últimas semanas más allá de sus apariciones pasadas entre los invitados del programa. Hace unos días se ganó la enemistad de alguno de los otros aspirantes al salvarse ella misma, pese a haber insinuado que estaba harta y quería irse. Y anoche, en el último programa, la brasileña también rozó la expulsión, pero finalmente fue José Luís el que tuvo que abandonar las cocinas de MasterChef.

Los mejores y peores momentos de MasterChef 5

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Hay quienes dicen que MasterChef se ha convertido en un programa más previsible que un calendario. Y viendo el desenlace de esta quinta temporada, la verdad es que cuesta llevarles la contraria. Ha ganado Jorge, como estaba casi cantado desde hace unas semanas, y como incluso parece que la propia cadena dejó entrever hace unos días en el adelanto de la final.

¿Merecido? Posiblemente. Aunque de los finalistas, Edurne era la otra firme candidata gracias a su demostrada destreza en los fogones, a estas alturas todos sabemos que no basta con eso para ganar MasterChef. De hecho, una final entre Laila, Edurne y Jorge nos parece la única que podría haber tenido algo de sentido.

Al menos si hablamos de cocina. Pero esto es la tele, y las “peleas” entre Nathan y Jordi, o las tonterías de Miri -protagonista de algunos de los mayores desastres gastronómicos del programa- dan mucho más juego que un plato resuelto en condiciones.

El mismísimo Joël Robuchon fue el ilustre invitado de la final.

¿A estas alturas vamos a escandalizarnos por esto? La verdad es que no, y las estupendas cifras de audiencia dejan claro cuál es el camino que seguirán los responsables del programa. Lo que sí podemos hacer, nos guste más o menos el formato, es repasar los mejores momentos de esta quinta edición. Y los peores, claro. Empezando por alargar la final hasta las 2 de la mañana.

Silene, la concursante que ya había estado allí

Llegó hasta la semifinal con un rendimiento lleno de altibajos y sin caer demasiado bien a la mayoría de concursantes, aunque supo gestionar muy bien el apoyo de Edurne. Se ha pasado gran parte del programa lloriqueando y diciendo que quería marcharse pero a la hora de la verdad, cuando tuvo la oportunidad de salvar a alguien, se salvó a sí misma. Sin duda uno de los grandes momentos de MasterChef 5 y que hizo que empezara a caer mal a casi todo el mundo.

También ha estado en el centro de otra polémica, cuando se descubrió que había estado entre las ilustres invitadas en una de las galas de la primera edición de MasterChef. Aunque ella misma lo aclaró, la sombra de enchufismo que ha rodeado a algunos concursantes esta edición también se posó en Silene.

Odkhuu, el deshollador de liebres

Sin duda el momento más gore de toda la temporada, y seguramente el más odiado por la audiencia vegetariana y vegana. Por cierto, ¿alguien se acuerda de cómo se llamaba la aspirante vegana de esta edición? El caso es que Odkhuu fue desde el principio uno de nuestros favoritos, y aunque su personaje dabe como para un par de novelas y cocinaba estupendamente, se ve que no ha sido suficiente.

Los callos que este diseñador de origen mongol y residente en Barcelona cocinó, dejaron en shock a Pepe, y son, con permiso de las pobres liebres, otro de los grandes hits de este MasterChef.

La parejita

Todo programa que se precie tiene que tener su dosis de amor y flirteo entre dos concursantes. Y esta vez Miri y Jorge han sido los protagonistas. Y la verdad es que han jugado muy bien al despiste con el no hay nada, ahora nos damos un beso…

El jurado ha estado muy pesado con el tema, y los concursantes un poco hartos de la historia, especialmente Nathan, íntimo de Jorge, que por momentos parecía que estuviera hasta celoso. Nos tememos que pronto tendremos alguna portada de revista rosa contando su historia de amor. Muy Miri’s cream. 

Edurne mandando a paseo al personal

Cualquier persona que mande callar a Loles León nos cae bien de entrada. Y eso es lo que hizo Edurne. Bueno, en realidad la vasca del programa -pese a que a veces ha sido un poco cansina- no sólo ha sido la mejor cocinera, sino también la más decidida a mandar a paseo a todo aquel que molestara. Jurado, cámaras, invitados… Ella estaba allí para cocinar y listo. Aunque no picó con el intento de drama televisivo con la muerte de su amatxu, la verdad es que MasterChef se podría ahorrar este tipo de tretas para no acabar convertido -aún más- en un reality.

Nathan, el personaje

Lo reconocemos, nos hemos reído mucho con Nathan. Con él y de él, la verdad. Además de sus ínfulas con espumas y demás, sus pantalones han sido motivo de cachondeo y comentarios en más de un programa. Y Pepe, con su delicadeza habitual, llegó a decir que parecían hechos con cortinas y que si él fuera a su pueblo con eso puesto…

La relación de Nathan y Jordi también ha sido muy divertida. Para Nathan, Jordi es “su mentor”, y Cruz no ha dejado de darle caña en todo el programa. Sin embargo había una cierta complicidad sospechosa… ¿Quizá se conocían ya de Barcelona?

Miri y Tami

Aunque el nivel de tonterías por segundo de la aspirante instagramera de MasterChef era difícil de superar, la dirección del programa tenía guardado un as en la manga: colar entre los invitados a la mismísima Tamara Falcó. Hay que reconocer que esta pareja y sus comentarios pijo-gastronómicos nos dejaron horrorizados, pero nos reímos mucho. Miri y Tami, si el futuro de la cocina va por aquí, mejor empezar a correr ya.

Pero de Miri hay que destacar también que, desde la mitad del programa, ya planearon sobre ella sospechas de favoritismo. Incluso sus propios compañeros acusaron al jurado de haberla ayudado injustamente el día que le dieron más ingredientes para su tarta en una prueba de eliminación. Y aunque las acusaciones fueron por la bajini, esto es la tele y aquí todo el mundo se entera de todo. La bronca de Jordi a los concursantes fue monumental: “Si estáis insinuando que tenemos trato de favor con alguien, al próximo que pille, ¡me lo como! Porque nos estáis faltando al respeto”. El resultado final ya lo sabemos: Miri, hasta el último programa…

Laila y su drama con las cosas que explotan

Desde que tuvo un accidente con un microondas, Laila le cogió miedo a sifones y, en general, a cualquier aparato que pueda estallar. Algo que el programa ha aprovechado insistentemente para convertir su miedo en un tema bastante recurrente. Un recurso televisivo habitual,
pero que llegó a afectar a la dinámica del concurso. ¿Acaso fue casualidad que en su eliminación tuviera que trabajar con un montón de trastos de esos que le dan miedo? Era una firme candidata a la final, pero…

El comentario machista de José Luis

Lo de MasterChef y el machismo es una historia que viene de lejos. Aunque en más de una ocasión se ha acusado al programa de tener unos cuantos tics bastantes sexistas -lo del “conejo moreno” de Jordi nos lo tomaremos como un chiste- otras veces han mostrado mano dura con cualquier comentario machista. “No estoy pasando mis mejores días. Será que me va a bajar la regla, no sé”, dijo José Luis con su poca gracia habitual. Lógicamente, algunas de las aspirantes y la propia Samantha le pusieron los puntos sobre las íes.

El cachondeo con el día de emisión del programa

Los programadores de televisión, en general, no son muy de respetar a la audiencia. Ni por los contenidos que inundan la pantalla ni, como en este caso, con los horarios y días de emisión. Lo de acabar el programa a la 1 de la mañana cada día y a las 2 anoche ya es de juzgado de guardia, pero lo de convertir el calendario de emisión en un puzzle que nadie consiguió entender es de traca. Incluso la final se ha cambiado de día en el último momento. Todo por la audiencia, pero sin la audiencia.

La verdad sobre los “trucos” de ‘MasterChef’

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Esta noche vuelve MasterChef Celebrity. Y aunque es verdad que en las ediciones con famosos las polémicas siempre suelen pasar a un segundo plano ante la diversión de ver al famoso de turno pasarlo un rato mal entre fogones o descubrirse como un gran cocinero, lo cierto es que todavía colean las críticas a la última edición de MasterChef y las acusaciones al programa de poco menos que amañar el concurso.

Es verdad que las portadas de Jorge y Miri presumiendo de historia de amor no ayudan demasiado a reforzar la imagen de MasterChef como programa de cocina y no como un reality show, pero antes de verano la organización ya negó rotundamente los rumores sobre las condiciones de los concursantes y su intervención en el resultado.

Aunque mucho mejor que creerse sin más la versión oficial es colarse en un rodaje y ver cómo funciona el programa desde dentro. Eso es precisamente lo que hemos tenido oportunidad de hacer en esta nueva edición de MasterChef Celebrity, y aunque no podemos desvelar gran cosa sobre el desarrollo del concurso -asistimos al rodaje de un programa ya muy avanzada la temporada-, sí parece justo aclarar algunas cuestiones sobre todos aquellos “trucos” sobre los que se habló y de los que nos hicimos eco.

“¿Cómo se va a falsear o montar lo que ocurre en el programa si muchas veces hay público o gente en plató que ve lo que está ocurriendo?”, nos recuerdan los responsables de MasterChef. Y teniendo en cuenta que tenemos delante las cámaras y a los aspirantes famosos que han llegado hasta este punto de MasterChef Celebrity 2, parece bastante lógico lo que dicen.

Más espinoso resulta el tema económico. Sobre los 1.000 euros mensuales que supuestamente cobran los aspirantes de las ediciones normales de MasterChef, sólo sabemos que no es cierto. No obstante, no conseguimos sonsacar si la cifra es superior o eso del mileurismo era demasiado optimista.

¿Y qué ocurre con los famosos de esta edición? ¿Cuánto cobran? Esto ya es más complicado porque, lógicamente, cada uno negocia su caché por separado. Y sí, por supuesto que en esto de la fama también hay ligas.

¿Y qué pasa con aquellos cocineros fantasmas de los que se hablaba? ¿Esos ingredientes que aparecían o desaparecían o esas misteriosas manos que eran capaces de hundir a un aspirante o salvar una receta según los intereses de la dirección del programa? Si los hay, lo cierto es que nosotros no los hemos visto durante el rodaje.

Lo que sí hay es un “equipo de culinarios” que asesora o ayuda a cada aspirante, pero que -según podemos ver- dentro de unos límites muy razonables que ni de lejos se acercan a salvar o destrozar -esto tampoco tendría mucho sentido- un plato. Hay que tener en cuenta, además, que en el caso de MasterChef Celebrity hay algo más de ayuda, y es que sus clases de cocina (dos a la semana) son mucho menos de lo que reciben los concursantes de las ediciones normales.

Además hay un equipo de redactores que se ocupa de seguir de cerca los pasos de cada uno de los participantes para que el jurado y la dirección conozca los posibles errores de la receta de turno a la hora de valorarla. No aparecen en pantalla, claro, pero alrededor del set de grabación, y siempre atentos a los monitores, hay por lo menos un redactor por concursante tomando notas en su carpeta.

Otra de las críticas recurrentes a MasterChef es que está todo guionizado. Aunque es algo que sus presentadores ya han negado -más allá del guión lógico de todo programa de televisión-, nada como ver en directo la pequeña crisis de una de las concursantes para entender que entre fogones no es posible controlarlo todo. ¿Guión para una receta que no sale ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera? ¿Las lágrimas también son parte del guión?

Aunque confesamos que nosotros somos los primeros en creernos lo justo de los llamados talent shows televisivoshay que reconocer que estas horas observando de cerca la grabación de MasterChef ayudan a despejar alguna duda y sacudirse un poco la conspiranoia que siempre rodea a los concursos.

Es televisión, evidentemente. Y como tal, manda el espectáculo. Muchas veces más de lo que nos gustaría o por delante de la cocina, sobre todo cuando en la receta hay famosos de por medio. Pero más allá de ese peaje a pagar para que haya pucheros en prime time, parece que los trucos son muchos menos de los que algunos se imaginan.

Por cierto, nosotros ya tenemos pistas sobre quién pasa y quién se va quedando por el camino, así que no podemos opinar. Pero, ¿quién es vuestro aspirante favorito de esta edición?

Lo mejor y lo peor de MasterChef Celebrity 2

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Esta misma noche se presenta la nueva edición de la Guía Michelin España y Portugal, así que toca el clásico reparto de Estrellas. Sin embargo, para muchos, el acontecimiento gastronómico de la temporada no será quién se lleva la tercera Estrella, sino la final de MasterChef Celebrity 2.

Pero que no cunda el pánico que nos hemos reservado los spoilers sobre el resultado de la final para más adelante. No sólo para no chafar la sorpresa a los que fueron incapaces de aguantar anoche despiertos y prefieren dosificarse el programa en raciones compatibles con el sueño y un horario normal, sino porque esta vez nosotros también nos fuimos a dormir antes.

¿Hemos dicho ya que empezar un programa como éste a las 22:30 de la noche no tiene sentido? ¿Y que hacerlo para darle media hora de pantalla a Cárdenas en una televisión pública es un insulto a la inteligencia y a los impuestos? Posiblemente, pero repitámoslo.

Dejando a un lado el desenlace de la esperada final, como ya es tradición hemos recuperado los mejores y peores momentos de esta edición del MasterChef de los famosos. Más de los primeros porque da la sensación de que ésta ha sido una entrega bastante libre de polémicas, malos rollos y todo eso que, en el fondo, anima un talent show como éste.

O igual es que ahora que lo hemos visto desde dentro le hemos cogido un poco de cariño al programa y a todo el trabajo que no se ve delante de las cámaras. Nos estamos volviendo unos blandos, sí.

El caso es que, en general, esta segunda edición ha dejado buenos momentos. Como la “transparencia” de Edu Soto al que nunca le preguntaban por nada, las visitas de los exconcursantes -con el reencuentro de Nathan y Jordi Cruz como plato fuerte- o el regreso de la gran Edurne a las cocinas. Y, además, tres de nuestros favoritos han llegado a la final.

¿Qué más se puede pedir? Ah sí, mucha audiencia. Tampoco ha habido problemas con eso, así que seguro que MasterChef Celebrity 3 ya está en la agenda de los directivos de la cadena. De momento, nos quedamos con los momentos estelares de esta edición.

Papilla y bebés para empezar

La primera de las pruebas del programa fue ya una clara declaración de intenciones: los concursantes no habían venido a pasarlo bien. Y es que si alguien pensó que dar de comer a un montón de bebes iba a ser fácil, nada más lejos de la realidad. Los pequeños dejaron claro que no tenían ninguna intención de comerse ¡semejantes marranadas! Ni siquiera los que tienen hijos pequeños consiguieron hacer una papilla digna de un MasterChef.

Carlos Baute y sus desastres culinarios

Nunca entendimos qué pintaba Carlos Baute en un concurso de cocina, pero después de oírle hablar de cómo le gustaba hacer barbacoas y lo bien que se le daban, pensamos que igual se podía aprovechar algo del muchacho. Pero no. Ni siquiera con las barbacoas. Y no lo decimos nosotros: él solito se encargó de dejar claro que la cocina -como la música- tampoco era lo suyo, y que las barbacoas, quizá para uno o dos, vale, pero ya más… como que no.

“Las Retales”

Bibi y Anabel han sido las grandes estrellas de este programa. Sí, ya sabemos que no han llegado a la final, ni falta que hace. Nos han dejado los momentos más divertidos -en ocasiones, un poco cansinas también, no lo vamos a negar- con sus disfraces en la galería y sus peleas a diario, pero también las lágrimas más sentidas. Anabel fue precisamente la primera en llorar ante el jurado, y la que peor nos lo hizo pasar el día en que, en la prueba de eliminación, y por primera vez en el programa, no pudo presentar su plato ante el jurado.

Bibi, por su parte, lo dio todo, y su estómago también. Nunca habíamos visto a nadie comer tanto a lo largo del programa -algún día temimos porque no hubiera nada en el plato a la hora de presentarse ante el jurado- y ¡hablar tanto! Porque es que Bibi no callaba ¡¡ni cuando tenía la boca llena!! Pero tampoco nadie hasta el momento había conseguido que llorara hasta el apuntador con su expulsión. Vale que Pepe es de lágrima fácil, le hemos visto llorar en más de una ocasión, pero su “Nunca pensé que pudiera cogerle tanto cariño a alguien en 7 semanas” deja claro que Bibi no es cualquiera.

El drama de Patricia con la cabeza de cochinillo

Aquel día se veía venir… a la rubia la casquería no le va, y las cabezas de cochinillo menos. ¿Y que le tocó cocinar? Pues claro, ¡cabeza de cochinillo! Sus lágrimas mientras intentaba partir la cabeza por la mitad son también uno de esos momentos televisivos para el archivo.

La expulsión y repesca de Sílvia

El día que expulsaron a Sílvia Abril no nos lo podíamos creer. Era claramente una de nuestras favoritas para llegar a la final, y ser expulsada por una bechamel no era digno de su paso por el programa. Lady Bechamel, como se bautizó ella misma, se iba por la puerta de atrás. Pero ahí estaba la puerta del programa 100 para repescarla con todos los honores que se merecía. No sabemos si hubo trampa y cartón, pero nos alegramos de su vuelta.

El beso de Eva y Saúl

El programa 100 dio para mucho. Entre otras cosas para besuqueos y arrumacos varios, que ya se sabe que esto a los trilirís les gusta mucho. Pero el beso de Saúl y Eva pasará a los anales de la televisión. Ese adonis bajando por la escalera y cogiendo en brazos a la bella Eva para plantarle un beso de película hizo temblar a más de uno y una. Eso sí, el día que vinieron los familiares, Eva tuvo que tener una pequeña charla con la mujer de Saúl que, por su parte, no tuvo ningún problema en sugerirle a la presentadora un cambio de parejas puntual…

El día de los ladrones

Una de esas pruebas divertidas en que se ve la verdadera cara de los concursantes. Distribuidos por parejas, tenían que robarse alimentos entre ellos, sin que el otro miembro de la pareja supiera qué es lo que les habían robado. Algunos fueron buenos y dejaron parte de los elementos principales para que sus “compañeros” pudieran cocinar alguna cosa. Otros, en cambio, fueron a por todas. Fue el caso de la dulce Patricia, que dejó la cesta de Corbacho temblando, o peor aún, Saúl, el competidor olímpico, que sólo le dejó al pobre Edu un poco de arroz y unas flores que, la verdad, no tenían ni buena pinta.

Y ahora que ya se ha acabado, y que los castings de la próxima edición de los senior ya están en marcha, empezamos a afilar cuchillos para que la vuelta nos pille preparados.

Lo mejor y lo peor de ‘MasterChef Junior 5’

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Finalizada una nueva edición de MasterChef Junior, y van cinco, volvemos a tener las mismas dudas de siempre. El programa nos gusta, porque es entretenido y porque nos fascina que un niño de 8 años pueda siquiera hacer una tortilla francesa. Pero, por otra parte, seguimos teniendo esa misma sensación de amodio, que dirían los de Campofrío, hacía este formato en versión infantil.

Por una parte, como decimos, nos encanta ver la pasión con la que se ponen delante de las cocinas estas personitas que, en algunos casos, como Núria y María, no alcanzan ni siquiera a ver los fogones. Es alucinante que sean capaces de preparar cualquiera de los platos que preparan, por sencillos que parezcan, o que sean capaces de hacer 300 pintxos en una hora y media.

Sin embargo, hay una parte del programa que nos genera siempre múltiples dilemas morales. ¿Cómo podemos acabar cogiendo manía a un niño que apenas tiene 10 años? ¡Pero si sólo es un niño! Sin embargo, ese sentimiento de rechazo existe, y es generalizado. Y, sin quitarnos parte de culpa, el responsable final es el programa.

La clave está en el montaje. Cuando tu editas un programa puedes decidir dejar o eliminar determinados comentarios que pueden generar rechazo en la audiencia y hacer que ésta acabe estigmatizando a un niño. Sin embargo, lo habitual es que este tipo de comentarios o gestos se mantengan en la fase de montaje porque, no nos engañemos, es lo que da audiencia: ¿A quién le interesa un programa en el que todo sea buenrollismo?

En el caso de los adultos es bastante evidente, pero en un programa en el que los protagonistas son los niños, este tipo de mensajes deberían quedar al margen. Entre otras cosas porque son muchos los niños que se ponen frente al televisor para verlos cada semana, y la verdad es que el ejemplo, en muchos casos, no es el más adecuado.

Y con esto no estamos hablando de manipular, simplemente de dulcificar. Aceptamos que con los adultos el ambiente caldeado venda más, pero con los niños no debería ser un aliciente. Porque, al final, lo que más nos gusta es verlos enfrentarse a retos gastronómicos y resolverlos con mayor o menor soltura. Pero, como ya hemos dicho en muchas ocasiones, esto es televisión. Y aquí hemos venido a jugar.

Dicho esto, hagamos un repaso de lo que ha dado de sí esta edición, que no ha sido poco.

El empeño del programa por los momentos gore

Después de haber visto a Odkhuu desollando libres en la quinta edición de los senior, ahora nos ha tocado ver también al pequeño Hugo despellejando un conejo o, lo que es peor, a Juan Antonio matando a una anguila. Porque sí, el programa le puso una anguila tan fresca, que cuando el pobre niño se quiso poner a partirla, ésta empezó a moverse cual culebrilla ante la cara de terror/asco del pobre niño. Es verdad que, como el propio Pepe dijo, está bien que los niños sepan que la leche sale de un animal y no de un tetrabrik, pero de ahí a hacerles matar a un animal por la tele, pues hombre, hay una pequeña diferencia.

Chefito, el robot innecesario

En esta edición le han puesto a Eva un ayudante, Chefito, un robot cocinero que, la verdad, aún no tenemos muy claro qué pintaba en el programa. El día que lo presentaron pensábamos que “serviría” para algo, pero lo cierto es que lo único que ha hecho ha sido decorar el plató. Esperamos que, al menos, la marca en cuestión haya soltado unos cuantos euros a las arcas de la televisión pública que, la verdad, falta le hacen.

La emoción de Juan Antonio con unas patas de gallina

El día de la subasta de las patas también será recordado por ver a un niño emocionado pujando por cocinar unas patas de gallina. Sí, unas patas de gallina con sus uñas y todo. Juan Antonio es el primer niño de la historia que se emociona con cocinar semejante ingrediente. Como él mismo afirmaba durante el cocinado “la gente se cree que no se pueden comer, que es una marranería”, pero él demostró que nada más lejos de la realidad currándose un guiso de lentejas de esos que hacen a Pepe salivar y que le valió quedarse una semana más en el programa.

Los favoritismos. Feo, feo

Los favoritismos están a la orden del día, también en MasterChef Junior. Ya nos hacemos a la idea de que debe ser muy difícil no cogerle cariño a alguien como la pequeña Núria, que es capaz de soltar frases como “me duele la garganta de la tristeza”. Pero Jordi, se te ha visto el plumero. Demasiado. Y a Samantha tres cuartos de lo mismo con María, esa pequeña de refinados aires franceses, y que resultó ser prima de Miguel Angel Muñoz, ganador de la primera edición MasterChef Celebrity. Curioso…

Por fin Jordi se lleva lo suyo

El miembro más temido del jurado se ha llevado más de un zasca en esta edición. Y es que los niños no se cortan un pelo, especialmente Juan Antonio, a quien no le temblaba la voz para decirle cuatro cosas -a su manera- al temido Jordi. Claro que los chicos de vestuario tampoco se lo han puesto fácil: el día que salió vestido de paje real del Rey Melchor pasará a los anales de la historia, entre otras cosas por ser identificado como “Juana La Loca”. Y la verdad es que guardaban cierto parecido…

Pero es que además en esta edición a Jordi se lo han puesto cuesta arriba. Como el día que tuvo que salir con los patines en la mano ante las risas de los niños, y confesar que no sabía patinar, mientras su compañera Samantha se recorría el plató enfundada en sus patines en línea, y Pepe hacía lo que podía sobre un patinete. En fin, Jordi, en esta edición te has ganado el sueldo. Claro que sí.

A tartazos con el jurado

Otro de esos momentos que muchos de los concursantes que han pasado por todas las ediciones del programa les gustaría haber vivido en persona: liarse a tartazos con el jurado. Esther, María Arias y María, capitaneadas por Samantha, fueron las ganadoras de la prueba con semejante privilegio. Pero, aunque los destinatarios de los tartazos eran Pepe y Jordi, esto es MasterChef Junior y, claro, aquello acabó como era de esperar: en una gran batalla de tartazos que llegaron hasta la pobre Eva. Comer no comerá, pero cuando toca pillar, pilla siempre.

Siguiendo los pasos de un 3 Estrellas Michelin

La primera prueba de la final fue una de esas que hacen sufrir hasta a los mayores cuando les toca: seguir el termo de un chef invitado. En este caso, a los niños les tocó seguir los pasos del triestrellado Dani García. Un reto absolutamente fuera del alcance de cualquiera de nosotros: glice, xantana, agar agar, sifones, nitrógeno líquido… y todo sin perder de vista los pasos del cocinero.

Las caras de sufrimiento, en especial de la pequeña María, lo decían todo. Sin embargo, una vez más, consiguieron salir airosos. Y es que serán niños, pero los 4 finalistas supieron estar a la altura de semejante reto y a más de uno nos gustaría poder presentar un plato con la dignidad que lo hicieron ellos.

El Principe Carlos de Inglaterra la lía en MasterChef Australia al negarse a probar los platos de los concursantes

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(Foto: Chris Jackson / GTRES)

¿Alguien se imagina a algún miembro de la Familia Real española colándose en la final de MasterChef para ejercer de invitado ilustre que prueba los platos de los aspirantes? Efectivamente, no parece que este tipo de apariciones gastro-televisivas estén por ahora en la agenda de la monarquía española.

Sin embargo, eso es exactamente lo que hizo el Príncipe Carlos -eterno aspirante a la Corona inglesa- aprovechando su visita hace unos meses a Australia. Tal vez por aquello de estrechar lazos entre los países de la Commonwealth o reforzar todo eso de la campechanía y proximidad al pueblo que tanto se estila en algunas casas reales, el Príncipe de Gales fue el invitado estrella de uno de los programas de MasterChef Australia.

Pero según relatan en Eater, el experimento televisivo no salió demasiado bien. Pese al revuelo creado por su aparición en el programa y el esfuerzo de los aspirantes en preparar platos con productos tradicionales australianos, hubo un pequeño fallo: ni el Príncipe ni su mujer probaron las recetas que cocinaron los concursantes.

Es verdad que igual no les apetecía mucho un tartar de ualabí (un marsupial similar al canguro) servido con hormigas verdes, o la mousse de queso de cabra, pero a algunos fieles seguidores del programa no les sentó demasiado bien la aparente falta de apetito de los ilustres invitados ingleses.

Por supuesto, no faltan todo tipo de teorías para explicar por qué ni el Príncipe ni la Duquesa de Gales le hincaron el diente a las recetas que les prepararon. Más allá de que comer canguro y hormigas no entre en su dieta habitual, hay quienes señalan que las férreas normas de protocolo de la Casa Real inglesa prohiben estrictamente comer delante de las cámaras.

Otras teorías señalan algo de lo que ya hablamos por aquí y que tiene que ver más con temas de seguridad: ni los productos crudos ni los platos demasiado exóticos se toleran en el menú real, para evitar sustos cuando están lejos de palacio o del Reino Unido.

Pero volviendo a la versión nacional de MasterChef y de la Familia Real, seguro que a más de uno le encantaría ver a Letizia Ortiz -los rumores sobre sus manías a la hora de comer son ya un clásico de la prensa rosa- como ilustre invitada de la final de esta noche.

Que una jurado de MasterChef recomiende ‘McDonald’s’ a los niños no nos deja ni ‘happy’ por dentro, ni ‘happy’ por fuera

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Es una escena de lo más habitual: llegar a McDonald’s, pedirse una taza de té, revisar la información nutricional del menú que vamos a pedir, encargar algo ligero con -por supuesto- agua para beber y una manzana de postre. El típico plan de ir a esta cadena de comida rápida a comer sano, vaya.

El caso no dejaría de ser una ficción publicitaria más -tampoco las hamburguesas de las fotos se parecen a las de la realidad, estamos acostumbrados- de no ser por algunos detalles que hacen que la campaña “Happy por dentro, happy por fuera” sea especialmente perversa.

De entrada, porque la protagoniza Samantha Vallejo-Nágera, popular jurado de MasterChef, incluida la versión para niños, en una cadena de televisión pública que pagamos todos. Si a eso le añadimos que la charla para blanquear los Happy Meal es con la nutricionista Teresa Valero Gaspar, Directora de Información y Divulgación Científica de la Fundación Española de la Nutrición tenemos el menú completo.

Eso sí, aunque suena a entidad pública y seria, al menos en este caso estamos hablando de una fundación privada que, sólo con echar un vistazo a su lista de “promotores” posiblemente se entienda mejor su papelón a la hora de defender a la industria alimentaria y participar en este tipo de campañas.

Pero volviendo a Samantha -que es la que más nos preocupa por su evidente relación con comida, niños y canal público-, asegura esta campaña de McDonald’s que “para que tú disfrutes sin preocupaciones, nosotros nos comprometemos con las familias a poner nuestro granito de arena mejorando el Happy Meal cada día, a un precio siempre Happy”.

El mensaje de la charla entre ambas no tiene desperdicio. Evidentemente no están ahí para sugerir que los niños se atiborren de hamburguesas y refrescos cada día, sino que se lanzan los típicos mensajes que, básicamente, delegan toda la responsabilidad en los padres. Aquí hay opciones saludables -dicen de forma más o menos clara- así que es cosa tuya que tus hijos coman bien o basura cuando les traigas de vez en cuando.

Es decir, en un establecimiento donde los alimentos procesados y el azúcar se cuentan por paladas, donde los refrescos van por litros  y donde lo habitual -y lo que se ve en las fotos y aparece en el menú- es echarle doble de galletas, chocolate y caramelo a ese helado gigantesco a muy buen precio, tu responsabilidad es convencer a los retoños de que toca agua y manzana. Que para eso hemos venido a McDonald’s, ¿no?

Que ellos quieran el menú grande y la Coca Cola de medio litro no es cosa de la publicidad, es que eres un mal padre. ¿Por traerlos a McDonald’s? ¡No, gañán, por no convencerles para que pidan zanahorias baby en vez de patatas extra deluxe con salsa barbacoa!

La carne es nacional, hay opciones de fruta en el postre, y agua o zumos -sin azúcares añadidos dicen, obviando que esos tampoco son nada recomendables para nadie y menos para los niños- y, ojo, que hasta tienen opciones sin gluten para celiacos, explican. Vaya, que nadie se muere por comer de vez en cuando hamburguesa y patatas.

Y tienen razón. Pero en un momento en el que cada vez más voces piden la regulación de la publicidad de ciertos alimentos para niños y que las tasas de obesidad infantil no paran de creer, este ejercicio de blanquear la comida rápida y procesada es sencillamente un insulto. Que en él participe una cara de TVE a la que en breve veremos rodeada de niños en pantalla, multiplica por 100 la gravedad del asunto.

Porque claro que es responsabilidad de los padres y no de las empresas -que está claro que lo que quieren es vender y la salud pública les importa tres Nuggets y medio- lo que comen sus hijos. Pero obviar en ese análisis todo tipo de datos sobre el contexto socio económico o cómo afecta la denominada comida basura de forma diferente según las zonas o la clase social es jugar haciendo trampas.

En otros países hace ya años que se señala el Happy Meal y, en concreto, la idea de regalar un juguete para formentar este tipo de comida entre los más pequeños, como algo a controlar o prohibir. Aquí está claro que vamos por el camino contrario y con la colaboración de famosos que prometen cada semana en la tele estar ahí para enseñar a cocinar y comer mejor.

Es casi tan irresponsable como que políticos con aspiraciones presidenciales, por aquello de dejar claro sus lazos con el pueblo llano y parecer tan enrollados como Obama al menos en las fotos, se hicieran fotos comiendo con la familia y los niños en McDonald’s. ¿De qué me suena eso…?


Los callos de Lomana, el mal perder de Santiago Segura y las tradicionales sospechas de tongo: lo mejor y lo peor de Master Chef Celebrity 3

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Siempre que acaba una nueva edición de MasterChef -da igual si es la Senior, la Junior o la de los famosetes- siempre nos queda la misma sensación de que nos ha sabido a poco y empezamos a buscar por Internet cuándo empieza la siguiente edición.

Así que con la final de anoche todavía fresca -tranquilos, no hay spoilers- como era de esperar, nos ha vuelto pasar. Pero como nuestra obligación es no quedarnos sólo con lo bueno -demasiado fácil-, tan sólo hemos necesitado echar una ojeada a los apuntes de estas semanas para volver a encendernos con algunas de las cosas que hemos visto en esta edición.

Sí, ya sabemos que es la de los famosos y que ellos no se dedican a esto de manera profesional, pero hombre, teniendo en cuenta que -en teoría- pasan un casting, qué menos que un poco más de exigencia ¿no?

Porque es que a estas alturas aún no entendemos cómo es posible que ficharan a Carmen Lomana, y lo que es peor, ¡qué llegara hasta el octavo programa! Pero antes de incendiarnos del todo, hagamos un repaso a los que, sin duda, han sido los grandes personajes de esta edición.

Carmen Lomana: la mujer que nunca había picado una cebolla

Sí, la Lomana se ha jactado día sí día también de no haber picado una cebolla en su vida. Como ella misma ha dicho, no ha limpiado un pescado en su vida, le molestan los olores de la cocina, el ajo, la cebolla… Todo lo que tiene que ver con cocinar es para ella un engorro. Y pese a ello, consigue llegar al octavo programa de la edición.

Normal que ella misma se haya calificado a sí misma como el talismán. Eso sí, las siestas que se ha metido en el balcón han sido míticas. Y es que si algo ha quedado claro, es que el trajín y el movimiento no son lo suyo: en la primera y única prueba de eliminación en la que participó (antes de llegar su sentencia) le dio un parraque de esos que pasarán a la historia de la televisión.

“¿No me estaré muriendo?”, decía tirada por el suelo. Al final se la llevaron del plató en silla de ruedas mientras repetía “¡Qué vergüenza!”. Lo que no pareció darle vergüenza fue el ridículo que hizo el día que volvió a pisar una prueba eliminatoria y fue fulminada.

Para empezar, no sabía cómo funcionaba la batidora (insistimos, programa 8), el plató temblaba cada vez que se acercaba al sifón, y el resultado final dejó al jurado sin palabras: un crepe mal hecha con frutos rojos al lado. Así, sin más. La sentencia de Jordi lo resume todo a la perfección: “La incoherencia de que estés a estas alturas aquí”. Amén.

Eso sí, en su favor hay que decir que nunca una prueba de eliminación había sido tan divertida. ¡Hasta Mario Vaquerizo se abrió una cerveza y se olvidó de bebérsela! Y para la historia quedarán frases como ésta: “No tenía ni idea que el bacalao tiene callos, porque no tiene ni patas ni pies”. Pues eso.

Mario Vaquerizo, el rey del emplatado

Lo de Mario sí que tiene mérito. Entraba en el programa considerado simplemente como uno de los ganchos de esta edición y con pocas esperanzas de que pasara del programa 2 o 3. Sin embargo ha demostrado que es un currante.

Y pese a que posiblemente ha habido concursantes más válidos para estar en la final, ahí está él. Lo más probable es que no lo mereciera por su cocina, pero se lo ha ganada a pulso por su buena actitud, sus ganas de aprender y mejorar y, sobre todo, su gran compañerismo. Jordi lo señaló ya desde el principio como su “caballito ganador”, y mucho no se equivocó.

Una de las cosas que más le ha caracterizado durante el programa, con permiso de la redecilla, ha sido su obsesión por organizarse bien para emplatar. ¡Pobre Mario! Por más que se empeñaba en poner orden, no había manera de que sus compañeros le hicieran caso y eso que, cuando se lo hacían, todo era mucho más fluido.

De entre sus platos, uno de los más recordados será su rabo de toro el día que los comensales eran las familias. Hasta la pobre Alaska lo probó, pese a ser vegetariana. Y lo mejor de todo es que fue de los más votados. Estamos seguros que después de su paso por el programa, las cervecitas de Mario van a estar mejor acompañadas que nunca.

Boris: del histrionismo a la emoción

Sin duda, Boris ha sido otros de los grandes protagonistas de esta edición. Es otro de esos concursantes que no entendemos cómo es posible que haya llegado hasta donde ha llegado: ¡la semifinal!

Durante el programa también se ha encargado de repetir que, en su casa, el que se acerca a los fogones es su estimado Rubén. Sin embargo, a diferencia de Carmen Lomana, Boris sí ha intentado esforzarse al máximo. Eso sí, a su ritmo, que una tampoco ha venido aquí a despeinarse.

Lo que sí ha compartido con la Lomana han sido las siestas en la galería -el jurado no daba crédito cada vez que los veían- pese a que él siempre negaba que estuviera durmiendo: “Estoy reseteándome”.

Como era de esperar, Boris nos ha regalado también varios momentos de esos a los que tanto nos tenía acostumbrados cuando era un habitual de las noches televisivas: la exaltación de su homosexualidad. Se ha “enamorado” de Jaime Nava (y de sus orejas), le ha tirado los trastos a Jordi en varias ocasiones, achuchó a Saúl Craviotto todo lo que pudo el día que visitó el programa, ¡y hasta le plantó un beso a Pepe! Vamos, que ganar no habrá ganado, pero él se ha llevado lo suyo del programa.

Para la historia quedarán los momentos de histeria y mal carácter que mostró hacía los pobres utensilios de cocina el día que acabó marchándose, y también su emoción en la entrevista final en la que aseguró que MasterChef había sido el segundo tren de su vida. De entre sus platos, es difícil destacar uno, la verdad, pero nos quedamos con el día en que tuvo que cocinar con nitrógeno. Ese día estaba en su salsa: “¡Son los 80!! ¡Es como estar en un vídeo de Blondie!”. Todo muy Boris.

Antonia Dell’Atte. ¿Qué decir de Antonia…?

Por dónde empezar para hablar del paso de Antonia Dell’Atte por el programa… Bueno, quizá por un hecho histórico: ha protagonizado la primera expulsión doble (junto a Jaime Nava) de todas las ediciones de MasterChef. Y Antonia, además, con drama incluido: “Mis compañeros me han dado de lado”

Y es que Carmen Lomana se negó a echarle una mano en la prueba de eliminación, pese a que la prueba permitía a los salvados ayudar a sus compañeros. Todos tuvieron ayuda menos ella. Su salida del programa fue memorable, calificándolos a todos de “fariseos”.

Pero su ausencia en el programa duró poco, y a la semana siguiente protagonizaba la repesca de esta edición para temor de todos sus compañeros. No nos cabía ninguna duda de que así sería. Y es que el programa no se podía perder la oportunidad de tener entre sus filas a quien no ha tenido reparos en criticar a todos y cada de uno de sus compañeros, boicotear (a conciencia o no… ) las pruebas de equipo e ignorar las órdenes de todos su capitanes y hasta del jurado si hacía falta.

Sus gritos han sacado de quicio a todo el mundo y le han llevado a enfrentarse ¡hasta con Ona Carbonell! Sin embargo, en su favor, es obligado decir que, al menos, sabía lo que hacía cuando se ponía frente a los fogones. Eso le ha valido su plaza en la final, pese a que no siempre se ha lucido como toca en un programa de estas características. Mítica es su cagada el día en que se empeñó en convertir un arroz caldoso en un risotto. De expulsión.

Santiago Segura o el ejemplo del mal perder

Lo de que Santiago Segura es un ser competitivo a niveles estratosféricos ya lo habíamos comprobado en su paso por algún otro programa de televisión. Pero es que en MasterChef le ha llevado a hacer y decir cosas que, la verdad, han dejado mucho que desear.

Su reacción contra Paz Vega el día de su eliminación fue sencillamente inaceptable. Pero es que tampoco era la primera vez, con Paz ya había tenido algún otro momento bastante lamentable. Le salva que el primero en darse cuenta de ello es él mismo, que salía por la puerta del programa diciendo “quiero que toda España aprenda que hay que saber perder. Yo no sé”.

Su mal perder llega hasta tal punto que ha protagonizado otro de los momentos inéditos en el programa: a la semana siguiente de su expulsión, se presentó en el plató (ataviado con un novedoso delantal rosa) para ejecutar las dichosas esferas de chocolate que le habían llevado a la expulsión y demostrar que, efectivamente, él era capaz de hacerlas. Y lo fue, faltaría más.

Ona Carbonell y Paz Vega: dos inicios, mismo final 

Ellas han sido las auténticas MasterChef de esta edición. Paz entró como de puntillas, sin querer hacer mucho ruido, y poco a poco se ha ido destapando como una de las candidatas a llevarse el premio de esta edición. Su papel como capitana y la técnica y presentación de algunos de sus platos la han llevado merecidamente hasta la final.

Ona, por su parte, entró pisando fuerte gracias a sus clases prácticas con nada más y nada menos que los hermanos Roca. Sin embargo, y pese a eso, ha ido a todas y cada una de las eliminaciones del programa. Ha sufrido hasta el penúltimo día cuando, en la semifinal, fue escogida como la primera finalista de esta edición. Su esfuerzo y su constancia le han valido ese merecido puesto en la final.

¿Tongo?

Y si ellos han sido, con sus luces y sus sombras, los personajes más destacados de esta edición, el programa ha tenido también algunos momentos de sombras que, la verdad, abren la puerta a las sospechas de siempre, esas que los acusan de manipular y de llevar el programa por dónde quieren.

Sólo así se explica que, como ya hemos dicho, Carmen Lomana haya llegado hasta el programa 8. Y a nosotros no nos sirve eso de que se ha salvado porque, como ha tenido mucha suerte, siempre ha caído en el grupo ganador en la prueba de exteriores. Todo aquel que ha seguido con asiduidad las diferentes ediciones del programa sabe perfectamente que no tienen ningún reparo en saltarse las normas cuando les va bien para que tal o cual concursante vaya a eliminación. Y con Carmen Lomana han tenido muchas razones para haberla llevado.

Y no sólo Carmen Lomana. Basándonos única y exclusivamente en criterios culinarios, también Boris hubiera merecido salir antes. Sin ir más lejos, que él consiguiera el único delantal dorado de esta edición es más que sospechoso y, tratándose de personajes famosos, lleva pensar en cuáles serán las cláusulas de sus contratos…

También Santiago Segura ha sido beneficiado por esa “mano negra” que impera en el programa cuando les interesa. Ya en el programa 6 estuvo con un pie fuera y se salvó gracias a la injusta expulsión de Óscar Higares quien, era evidente, había hecho un mejor plato que Santiago pese a que había tenido que cocinar serpiente y Santiago canguro, una carne bastante más sencilla de preparar. Pero claro, los únicos que prueban los platos son los miembros del jurado…

En fin que, una vez más, el programa no puede terminar sin generar polémica. Cómo si no iban a aguantar tantos años con un programa blanco… Dicho lo cual, y ahora que ya nos hemos desahogado, ya estamos contando los días para que los niños empiecen a llenar las cocinas. ¡Qué arranque de nuevo el espectáculo!

‘MasterChef Junior’ o la peligrosa combinación de niños, televisión pública, azúcar y mitos nutricionales

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Lo de meter a niños en la televisión siempre nos ha parecido una mala idea. Da igual si están contando chistes, concursando a ver quién es más listo o rápido, o demostrando que pueden cocinar igual o mejor que muchos adultos.

La televisión es un ecosistema demasiado dado a las lágrimas y el sensacionalismo fácil como para que uno pueda ver a los más pequeños ahí delante sin pensar que detrás hay un negocio redondo aprovechándose de su ilusión y del cuestionable criterio de los padres para permitirlo.

¿Llevarían presentadores, productores, directivos o cualquiera que sepa cómo funciona la maquinaria televisiva a sus retoños a un programa incluso siendo tan aparentemente inofensivo como MasterChef Junior?  Por supuesto que no.

Pero aquí estamos, como cada Navidad, viendo a los niños estresarse un poco entre fogones y cámaras. Un incuestionable éxito de audiencia que al parecer permite a los responsables tener una especie de cheque en blanco por parte de la televisión pública para hacer lo que les de la gana.

La publicidad acotadísima en cualquier otro programa de TVE aquí se cuela a paladas con más o menos elegancia. La responsabilidad mínima que cabe pedir a cualquiera que presente un programa en una televisión pública, y más con niños, aquí ni está ni se le espera. ¿Alguien de la cadena o la productora ha dado alguna explicación del affair de Samantha con los Happy Meal de McDonalds?

La penúltima entrega de esta peligrosa receta la vivimos en el segundo programa de la nueva temporada, cuando la ganadora de la anterior edición de MasterChef ofreció una “masterclass sobre alternativas más sanas que el azúcar”.

Dicho así suena bien, y más teniendo en cuenta que Marta Verona ha estudiado nutrición y dietética, con lo que se le presuponen conocimientos suficientes para hablar sobre el tema.

Sin embargo, esta lección dada ante los pequeños concursantes y, suponemos, unos cuantos millones de espectadores adultos y menores, fue un auténtico despropósito. Azúcar integral, miel, sirope de agave y compañía presentados como alternativas al malvado azúcar blanco refinado.

Vaya, uno de esos mitos repetidos hasta la saciedad y que los nutricionistas llevan años desmintiendo. La idea es muy sencilla: todos esos ingredientes son básicamente azúcar y habría que ingerir mucha cantidad como para que los nutrientes de los que presumen puedan ser considerados reseñables.

La reacción no se hizo esperar y en redes algunos expertos en la materia no tardaron en cuestionar la información que se estaba dando en MasterChef, aportando los datos que se omitían en el programa. Como por ejemplo que el 95% de la panela son azúcares.

Ante la avalancha de críticas, TVE matizó en su cuenta de Twitter el mensaje original, añadiendo ahora que se referían a alternativas más nutritivas y no más saludables que al azúcar. Algo que, por cierto, tampoco es demasiado cierto.

También la protagonista de la historia quiso matizar que en ningún momento estaba alabando el azúcar ni sus sustitutos. Todo muy bonito pero tenemos el problema de siempre: el mensaje original lo vieron millones de personas -que igual se creen lo que les están diciendo en un supuesto programa de cocina en una televisión pública- mientras que las disculpas y los matices sólo llegarían a unos pocos y a través de las redes.

Por supuesto, no es la primera vez que en MasterChef se lanzan mensajes nutricionales más que cuestionables. Pero que sea en la versión para los más pequeños y alimentando falsos mitos sobre el azúcar lo hace especialmente grave.

Aunque, visto en perspectiva, tal vez el problema sea nuestro por creer que algo había cambiado o podía cambiar en TVE. Que tras acabar con un programa como aquella cosa infame de Cárdenas -donde la pseudociencia y los mitos campaban a sus anchas- alguien se iba a molestar en revisar también los guiones de MasterChef o, al menos, pedir explicaciones llegado el caso. Una vez más, estábamos equivocados.

Lo mejor y lo peor de MasterChef Junior 6: ¿Se agota el formato?

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Finalizada una nueva temporada de MasterChef Junior, se masca la tragedia: ¿Se agota el formato? A nadie se le escapa que esta edición ha dejado bastante que desear en lo que a culinario se refiere (“yo no se pelar manzanas”, se le ha oído decir a algún concursante), y siempre en comparación con otras ediciones del talent infantil. Sí, algunos niños han brillado en algún momento pero, la verdad, pocos -momentos y niños-.

Ante esta situación, lo primero que uno piensa es si no se habrá agotado la fuente de niños brillantes con aspiraciones culinarias. Los campamentos MasterChef son una buena cantera, pero parece que la cosa empieza a flojear. 8.000 niños se han presentado a esta sexta edición, y sólo los 16 mejores han formado parte del concurso.

Ahí está el problema, que estos eran los mejores. Y que nadie se confunda: los niños lo han hecho maravillosamente bien. Miren a Candela: 8 años y en la final. ¿Qué más se puede pedir? Puede que el problema sea que nos habían acostumbrado a niños capaces de enfrentarse a menús de Estrella con una facilidad pasmosa. Y eso tampoco es normal.

Otra de las cosas que hemos visto mermar en esta edición ha sido la exigencia de los chefs del jurado. Samantha, Pepe y Jordi han sido claramente más indulgentes que en ediciones anteriores. Y no es que nos parezca mal. Al contrario, lo celebramos.

Así como en la edición de adultos la caña mola, siempre hemos dicho que uno de los problemas de MasterChef Junior era la extrema exigencia y competitividad que el programa trasladaba a los pequeños. Por eso nos ha sorprendido lo relajados y comprensivos que han estado esta vez.

¿Quizá también ellos eran conscientes de las limitaciones de los concursantes? Es posible. Después de un primer programa en la línea de ediciones anteriores, el nivel de exigencia cayó en picado, y no podemos sino pensar que también ellos vieron que, esta vez sí, los concursantes eran niños. Y punto.

En fin, sea como sea, lo que nunca dejará de sorprendernos es cómo es posible que una renacuaja que no llega ni a ver la olla pueda hacer un guiso de rape con patatas o unas patatas a la riojana. O hacer unos ravioli rellenos de ricotta y yema de huevo sin que esta se rompa. O presentar un plato precioso con un bogavante impreso en 3D comestible y relleno con trozos del propio bogavante. Motivos más que suficiente para seguir al detalle cada uno de los programas de esta sexta edición, y disfrutar con lo mejor de cada uno de ellos.

La imaginación de los pequeños

Igual es que, con el paso del tiempo, olvidamos el ingenio de los niños de otras ediciones, pero en esta ha sido un denominador común de la mayoría de ellos, especialmente a la hora de poner nombre a sus platos. Sin duda nos quedamos con este de Unai: “Di sí a las verduras que si no se las come el gusano”, para una tortilla hecha a base de verduras, manzana y, claro, gusanos. Sensacional.

Los disfraces de los jueces

Hemos de decir que una de las cosas con las que más disfrutamos en MasterChef Junior es viendo al jurado disfrazarse de las cosas más variopintas. Hasta al pobre Jordi, que se le ve a la legua que lo pasa fatal, y encima siempre le toca el disfraz más friki. Como el de trozo de pizza de esta edición. Sin comentarios. Por no hablar de Pepe vestido con faldas escocesas, insinuando que lo tradicional con este atuendo es no llevar ropa interior… El “¡que asco!!” a coro de todos los niños aún nos resuena en al cabeza.

El minijurado

Muy divertido fue también el día en que Eva y el jurado contaron con unos sustitutos de lujo: Paula, ganadora de la cuarta edición de MasterChef Junior, en la posición de Eva; y Mara (MasterChef Junior 5), Juan Antonio (MasterChef Junior 5) y Lukas (MasterChef Junior 3) en el lugar de Samantha, Pepe y Jordi. Vestidos exactamente igual que los adultos, y actuando como ellos mismos, especialmente Juan Antonio que, sin duda, es la réplica perfecta de Pepe, especialmente a la hora de comer. Los niños disfrutaron de lo lindo con el cambio, y estamos convencidos de que más de uno hubiera preferido que el cambio fuera permanente.

Postres y más postres

Otras de la cosas que nos ha sorprendido de esta edición es la soltura de los niños con los postres. El clásico plato que se le atraganta siempre a los adultos es el que más le gusta hacer a los niños. Y no se les da nada mal. En las pruebas de exteriores han conseguido salir airosos en casi todas las ocasiones, y también en las pruebas de plató, donde nos atreveríamos a decir que ha habido un exceso de dulces, con polémica incluida, de los cuales aún recordamos los carrot cakes de algunos de los concursantes.

Niños que despiertan ternura -y otras que te la entierran-

Mentiríamos si no dijéramos que en cada edición tenemos nuestros niños preferidos. Es inevitable. Igual que lo es el hecho de que, pese a que son niños y nos sintamos fatal por ello, también preferiríamos que a otros los echaran la primera semana sin más dilación. En esta edición nos ha robado el corazón Carlota, esa pequeña Minion que casi ni con el taburete de Jordi era capaz de ver el interior de la olla. También Izan, al que le augurábamos un pase por el programa excepcional por su buen hacer, no sólo ante los fogones, sino también con sus compañeros.

En el otro lado de la balanza, para que lo vamos a negar, Paula. Una niña de pésimos modales y que no ha sabido en ningún momento trabajar en equipo, chillando a todos sus compañeros y comportándose de manera despótica, en especial con Candela, otra de las peques, y a la que no dudó en tratar como si fuera tonta en más de una ocasión. Hasta los jueces tuvieron que llamarle la atención. De hecho, al clasificarse para la final y decir el clásico”nunca pensé que llegaría hasta aquí”, la respuesta de Jordi no dejó lugar a dudas: “Ni nosotros…”. No hay más preguntas.

La sensibilidad de los niños

Otra de las cosas que nos maravilla de los pequeños es su capacidad de empatía y su sensibilidad. En la prueba de exteriores de Disneyland, los niños tenían que elegir con qué capitán querían ir, Jaime o Dani. Todos, a excepción de Candela, eligieron a Jaime. Imaginen la cara del pobre Dani, intentando contener -sin éxito, claro- las lágrimas al verse “rechazado” por todos sus compañeros.

¿Y cuál fue su reacción ante esta situación? Deshacerse en elogios hacia su contrincante Jaime y afirmando que comprendía por qué sus compañeros preferían ir con él. ¿Se imaginan algo así en la edición de adultos? Impensable. Obviamente el resto de niños no tardaron en decir que querían cambiar de equipo y abrazar a Dani al grito de “eres un crack”.

O el día de la repesca, de la que salieron elegidos Ferran y Evelyn, y el primero se puso a llorar como una magdalena. ¿De emoción? No, lloraba porque el resto de sus compañeros se quedaban fuera. De nuevo, ¿se imaginan algo así entre los adultos? Es más, en esa misma prueba de repesca, hubo quien no dudó en desatender su plato para ayudar a otros, como Enrique que, pese a que también se jugaba la repesca, estuvo pendiente en todo momento de la pequeña Carlota para echarle una mano. Así sí.

Situaciones desagradables y faltas de respeto

Sí, no podemos pasar por alto que también ha habido momento desagradables entre los niños. Y en casi todos ellos ha estado implicada Paula. Como decíamos, en más de una prueba en la que le tocó trabajar con Candela, las chispas saltaban entre ellas. Y es que Paula llegó a estropear el trabajo de Candela hasta en dos ocasiones, echando ingredientes donde no tocaba o ignorando y menospreciando las instrucciones de esta. Pero es que, además, no dudó en soltarle reproches del tipo “¿Puedes parar de llorar y de hacerte la víctima?”.

Samantha tuvo que intervenir en más de una ocasión para llamarle la atención a Paula, quien se ganó el apodo de “doña manipuladora” por parte de Candela, cosechando también alguna que otra recriminación por parte de sus compañeros por sus malos modales y su autoritarismo. Y eso que Candela también se las trae. Los gritos a Josetxo mientras elaboraban sus batidos le valió una pequeña bronca de Eva al grito de “no quiero faltas de respeto en la cocina”.

Pero sin duda, el momento más desagradable de esta edición fue el amago de ataque de ansiedad que sufrió Dani en una de las pruebas de exteriores. El niño empezó a sentirse agobiado por la suma del calor, los gritos de sus compañeros y la presión, y tuvo que sentarse durante unos minutos. “Cuando me pongo nervioso me sofoco y eso quiere decir que como no pare me explota la cabeza”.

Un momento que, sin ningún tipo de duda, el programa debería haber eliminado del montaje porque no aporta absolutamente nada. Ya nos hacemos todos a la idea de la dureza del concurso. Ninguno de nosotros, ni mucho menos su familia, necesita ver sufrir al pequeño. Para la próxima -que ojalá no la haya- os lo ahorráis. Gracias.

La emotiva visita de los abuelos

Ha sido sin duda la prueba más emotiva de esta edición: el día en que los niños tuvieron que cocinar para unos comensales sorpresa que resultaron ser sus abuelos. La emoción de los niños al verlos seguro que hizo derramar más de un lagrimón en casa al estilo de Eva, que ya no sabía cómo frenarse. El agradecimiento público de los chefs del jurado a los abuelos por lo mucho que tienen que ver en la educación culinaria de los pequeños fue de agradecer. Y es que si no fuera por ellos, por los más mayores, muchas de nuestras tradiciones gastronómicas habrían pasado ya a mejor vida.

La traición de Eva

El punto y final de esta edición queremos ponerlo con ella, con Eva. Con solo hacer zapping estos días, es posible verla en dos cadenas a la vez. Y es que esta edición de MasterChef ha sido la última presentada por ella. ¿Y quién va a sustituirla a partir de ahora? Pues tal y como ha comunicado la cadena, nadie. ¿Una manera de decir que no tiene sustituto posible o, por el contrario, una sutil forma de dejar claro que durante todos estos años no ha sido más que un “florero” y que el programa puede funcionar igual sin ella?

Que cada cual defienda la postura que más le convenza mientras esperamos a la siguiente edición del programa para ver si era o no prescindible. Y mientras tanto, ya saben, pónganle sabor a la vida.

‘Master Chef 7’: maridajes con cerveza en el país de los vinos y otras decepciones de la nueva edición

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Este año la séptima edición de MasterChef ha arrancado bajo la premisa del ‘todo nuevo’. La novedad fundamental, con permiso de la ausencia de Eva González, es que, por primera vez, compiten no solo los concursantes sino también el jurado. “Nuestra reputación está en juego”, afirmaba Jordi Cruz nada más arrancar el primer programa.

Como si de La Voz se tratara -igual se trataba de homenajear a Eva- cada jurado tiene sus propios minichefs. 5 cada uno para ser exactos, aunque la pobre Samantha ya tuvo su primera baja en el primer programa. Veremos cómo evoluciona la cosa hoy en la segunda entrega.

Pero más allá de esto, la verdad es que, novedades novedades, pocas. Un año más ha apelado al altísimo nivel culinario, pero bastó la primera prueba de eliminación -a base de bocadillos- para ver que, de entrada, los que se salvan se pueden contar con los dedos de una mano. Y no lo decimos nosotros, es que ellos mismos se retratan.

Sin ir más lejos, Teresa, la gallega que dice haber venido al programa a “reivindicar las canas” se vanagloriaba de haber hecho su primera mayonesa. Vamos, que ni Carmen Lomana en la edición Celebrity. Y lo mejor es que se supone que ella, y algunos otros de sus compañeros, han sido los elegidos de entre los 25.000 aspirantes que se han presentado a esta edición…

Pero no todo es negativo. De entre los concursantes, además de encontrar los típicos perfiles de cada edición (la ama de casa, el abuelete, el cachas guaperas, la histérica…) hay algunos que ya despuntan por interés y por saber hacer.

Entre ellos, Aleix, un pescadero de Manresa que estudiaba cocina y que tuvo que dejar aparcados los estudios para trabajar en la pescadería de su familia. La voluntad y la motivación son lo primero, y a él le sobran. Un claro ejemplo del que entra a aprender de verdad y a ganar.

Otra de las sorpresas que nos has traído esta edición es la voluntad que, parece, tienen desde el programa en hacer que esto vaya mucho más allá de la cocina. Porque, hasta donde nosotros llegamos, esto es MasterChef, un programa para aprender a cocinar, con lo que no acabamos de entender muy bien a que vienen ahora eso de hacer de ellos unos profesionales del servicio en sala.

En fin, que de todo se aprende, pero más allá de buscar el momento zapping en que un concursante, con los nervios, le acabe tirando el plato encima a un comensal, pues no tiene demasiado sentido. Es verdad que en otras ediciones les han hecho servir a ellos mismos, pero la manera de Samantha de referirse al mal servicio y a la importancia que esto tiene, nos hace pensar que va a ser una constante en esta edición.

Igual que el tema de los maridajes, que ciertamente es muy importante. Ahora bien, no podemos dejar de preguntarnos por qué en un país de vinos, el primer programa se hace con maridaje de cervezas y asegurando que es algo “muy nuestro”. Como poco, sorprendente, la verdad.

Total, que un año más habrá que tener paciencia y esperar que la cocina siga siendo la verdadera protagonista del programa. Y confiar que eso de que el nivel gastronómico es altísimo no sea, otra vez, sólo un farol.

MasterChef Celebrity 4, o cómo hacer un reality de cocina sin cocina

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Pues ya está, 12 semanas después llega a su fin la cuarta edición de MasterChef Celebrity. Una edición que se puede resumir en una sola frase: vinimos a cocinar y por el camino nos olvidamos los ingredientes.

Y es que esta cuarta edición ha sido, sin lugar a dudas, la de más bajo nivel culinario con diferencia. En la semifinal aún hubo quien presentó algún plato que ni los Junior. Eso sí, risas y condimentos para el reality, todos y más.

Sin ir más lejos, MasterChef pasará a la historia de la televisión por ser el primer programa en reunir en un mismo plató a las archienemigas Ana Obregón y Antonia Dell’Atte. Tanto es así que no nos extrañaría que la Obregón fuera la repescada únicamente para poder ofrecer este capítulo de la televisión. Solo eso explicaría que, una vez de vuelta a las cocinas, fuera de nuevo la siguiente expulsada. Eso sí, el momentazo televisivo, como diría Boris, no se lo quita nadie.

Pero volviendo a la cocina, como decíamos, ha sido la gran ausente de esta edición. A riesgo de que nos llamen crueles, podríamos decir que uno de los signos evidentes de que se han esmerado más bien poco ha sido la falta de “accidentes” entre los concursantes.

Más allá de alguna quemadura en los brazos, especialmente de Tamara y Vicky, pocos parches hemos visto. Y no es que queramos que las celebrities se desangren, pero un poco más de garbo con los cuchillos no hubiera estado de más.

Pero claro, poco cuchillo hace falta cuando en una eliminación, momento decisivo de cada programa, la prueba consiste en hacer un huevo frito, una tortilla francesa y un huevo poché. Pues sí, seguro que es muy difícil hacerlos perfectos, pero hombre, en un programa de cocina, y en la semana 5, igual no toca, que diría aquel.

En general, ha sido una edición descafeinada culinariamente hablando. Divertida lo ha sido un rato. Al final, han convertido el programa en una especie de sitcom en la que, casualmente, los principales protagonistas son los que han llegado a la final.

Boris y Félix: pasión en la cocina

Lo que empezó como una tontería de Boris alabando la belleza de Félix, ha acabado con una presentación oficial de este a Rubén, su marido. Según iban pasando las semanas, Boris se emocionaba más con Félix y más juego le sacaba el programa a la situación, creando un triángulo perfecto entre el príncipe (Boris), el mendigo (el bello Félix) y la amiga celosa y metomentodo que no deja que fluya el amor, o lo que es lo mismo, Vicky Martín Berrocal.

El juego ha dado tanto de si, que incluso un día el poliamor se apoderó del plató y todos acabaron besándose con todos, incluidos los jueces. Vamos, que ya no sabíamos si estábamos viendo MasterChef o First Dates. Eso sí, este día nos dejó un momento de esos sexy-sexy-sexy (que diría Yolanda “Obregón” Ramos): el beso entre Félix y Jordi… sin comentarios.

Vicky: no sin mi plato

A estas alturas, y con el programa finiquitado, aún no sabemos si Vicky se apuntó para cocinar o para comer. Bueno, mentira, claramente ha ido a lo segundo. Tenemos que decir en su favor que, al final, también ha cocinado, y eso que su paso por el programa presagiaba lo peor, especialmente el día que se le ocurrió presentar un plato con un abanico dentro. Fue uno de los pocos momentos en que hemos visto ponerse realmente serios a los jueces. Jordi le llegó a decir que su plato era una ofensa a su oficio y añadió “llevó 3 días observándote.

Comer en una cocina está muy mal visto. Reírte cuando no toca tampoco me gusta. Pero que vengas aquí y hagas esto (arrancando el abanico del plato)… sigue así y te prometo que como que me llamo Jordi Cruz hoy te vas”. Pero no se fue. Es más, ha llegado hasta la final. Su cocinado dio un giro y, de repente, como por arte de magia, sabía hacer casi de todo. Lo de dejar de picar en la cocina, si eso ya tal.

Y es que la andaluza ha sido la concursante -podríamos decir que de todas las ediciones de MasterChef– que más ha probado sus platos. Los suyos, los de sus compañeros y los de los chefs invitados no porque los jueces no la han dejado. “Vicky, aléjate de la comida que te vamos a tener que empalmar dos delantales”, le soltó Pepe en una prueba de eliminación en la que, un poco más, y se quedan cortos de raciones para los comensales.

En su favor queremos dejar claro que nos encanta verla comer, que al menos demuestra pasión por la comida, y ya que estamos en un -supuesto- programa de cocina, pues algo es algo.

Tamara Falcó: ha (re)nacido una estrella

Con la familia que tiene, a Tamara las estrellas no le hacen falta. Pero precisamente por eso seguramente era la concursante sobre la que más prejuicios existía en esta edición. Y ella solita se ha encargado de desmontarlos todos. Bueno, menos que es muy pija. Pija sí, pero ni remilgada, ni blandengue, ni débil, ni nada.

Ahí está, en la final del programa y por méritos propios. Bueno, siempre habrá algún mal pensado que considere que ha sido la niña bonita de la edición y que todo aquel que se le ha puesto en contra no ha acabado muy bien. Y si no que se lo digan a Anabel Alonso…

Y lo de niña bonita no lo decimos nosotros, eh, Jordi Cruz… Menudo roneo -que diría la Berrocal- entre estos dos. Un juego que comenzó con los calores de Tamara el primer día que Jordi se puso la chaquetilla, y que fue creciendo programa a programa, especialmente por parte de Jordi.

Ella incluso le invitó un día a casa a lo que él preguntó si estaría su madre. Ante la respuesta afirmativa de ella, Jordi le espetó: “Entérate Tamara, en esa cena tu madre no pinta nada”. La cara de la Falcó lo dijo todo.

Y a parte de este sucedáneo de romance que ha tenido entretenida a la audiencia, lo cierto es que Tamara nos ha brindado grandes momentos en esta edición. Para el recuerdo quedará esa maravillosa conversación con Yolanda Ramos y la compra de bragas en los mercadillos.

La cara de Tamara al oír cómo Yolanda explicaba que las compraba a 25 pesetas y se las llevaba a casa envueltas en papel de periódico es sencillamente impagable. “¿Y te las ponías?”, preguntaba exaltada la hija del marqués. “Mujer, ¡se lavaban!”. Y todo desde el balcón, mientras sus compañeros cocinaban intentando mantenerse una semana más en el programa. Una situación que ni el propio Berlanga habría podido imaginar.

Y qué decir de esas pequeñas cosas de la intimidad gastronómica de los Preysler que hemos podido conocer gracias al programa. Que si sabel todas las mañanas se toma un zumo de limón, con pajita, eso sí, que el limón oscurece los dientes. O que Mario (Vargas Llosa) opina que un huevo siempre mejora cualquier plato.

O nuestro favorito, ese día en que Pepe le regaló a Tamara el libro del programa, Cocina de aprovechamiento, para que cocinara “con mamá”, a lo que Tamara no dudó en contestar con un “va a ser difícil. Yo creo que el matrimonio de mis padres empezó a fallar ya en el viaje de novios, cuando mi padre le pidió a mi madre que le cocinara algo”. ¡Ni el Hola ha podido darnos tantas exclusivas!

En cualquier caso, desde aquí nos declaramos fans absolutos de Tamara. En ausencia de la cocina, ella ha sido la gran protagonista (y el gran descubrimiento) de esta edición. Eso sí, ya estamos deseando que llegue la octava edición de MasterChef para volver a ver algo de cocina y, sobre todo, para recuperar a un jurado que, en esta ocasión, han sido más celebrities incluso que los propios concursantes.

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